El presidente Barack Obama llegó a la Casa Blanca en enero del 2009 con un cambio de política exterior bajo el brazo como había prometido durante la campaña electoral y había anticipado con su postura como senador. Iba a poner fin, ahora sí, a las guerras de Afganistán e Irak y a cerrar lo que simbolizaba la ignominia de aquellas contiendas, en particular de la más ilegal de todas que era la segunda. Es decir, iba a cerrar el centro de detención de Guantánamo.

Aquel cambio de sentido pretendía enterrar la nefasta herencia de dos administraciones neoconservadoras. Cinco años después, aquel campo en el que EEUU enterró su dignidad moral sigue abierto, ahora con 149 detenidos. Y la guerra de Irak persigue a Obama hasta el punto de tener que anunciar el envío de asesores militares ante el reciente avance del yihadismo más extremo en aquel destruido país.

EL RETORNO A LA VIOLENCIA

El presidente podía haber cerrado el centro pero no lo ha hecho y en ello hay un cálculo político por encima de cualquiera de las razones humanitarias esgrimidas antes de su elección y al principio de su primer mandato. El retorno a la violencia o el aterrizaje por primera vez en ella de presos liberados de Guantánamo es un arma que la oposición esgrime en contra del presidente y que le frena para acabar con lo que había prometido. Pero las estadísticas demuestran que el número de liberados que caen o recaen en la violencia es inferior al de los presos comunes reincidentes.

SOLO EL 1% HA SIDO CONDENADO

Que Guantánamo es, aparte de inmoral, innecesario lo demuestran unos pocos datos. Solo siete presos de los 779 que han pasado por el centro de detención han sido condenados por las comisiones militares dedicadas a juzgar a aquellos detenidos cuando en el mismo periodo de tiempo los tribunales federales han juzgado 578 casos de delitos de terrorismo inspirados por ideas yihadistas. También en otros países, entre ellos España, los tribunales han sido capaces de impartir justicia.

Obama ya no puede aspirar a su reelección. El cierre del centro sería una forma de redimirse y redimir a su país de uno de los puntos más negros de su historia reciente. En lo que se ha llamado el gulag de nuestros días EEUU perdió, además de la dignidad, el respeto, pero la herencia que dejaron Bush y los neocon sigue ganando la batalla.