Nadie lo quiere decir pero todos lo piensan. Que a menos de un mes del 1 de octubre, la fecha del referéndum independentista que va a convocar la Generalitat de Cataluña, pudiera contemplarse una escena en la que la Guardia Civil entrase en el Museo de Lérida --quizás custodiado por los Mossos d’Esquadra-- con intención de llevarse los bienes aragoneses de Sijena, es algo que pone nerviosos a políticos de distinto signo y al Poder Judicial. Por eso unos y otros parece que quieren pasar de puntillas durante este periodo de tiempo. No quieren pensar en la palabra provocación. Total, lo que lleva esperando tantos años, piensan, igual puede esperar un mes más, o por ahí. El caso Sijena es una vergüenza. Para Cataluña y para la Justicia. Que después de tantas sentencias a favor de que estos bienes, y el resto de arte religioso de la Franja --que parece que se olvida que todavía faltan muchas más obras por traer desde Cataluña, no solo las de Sijena-- se sigan esperando resoluciones de recursos y no se ejecuten las decisiones de los jueces, es un fracaso, sobre todo para la Justicia. La Audiencia de Huesca lleva más de un año sin resolver un recurso sobre los bienes religiosos de Aragón. ¿Por qué? ¿Tanto cuesta estudiar el caso? ¿Esto es Justicia? Que ahora el cambio de juez pueda paralizar las resoluciones finales hasta el año que viene, sería la puntilla. Los que dirigen la Justicia --aquí también-- tienen que hacérselo mirar. ¿Y si a este paso hay que reclamar los bienes a otro país?