Sabíamos que el delegado del Gobierno es militar, profesor, escritor e historiador. También sabíamos que gasta un bigote que impone pero, hasta la fecha, ignorábamos sus artes como sanador. Ya me contarán, si no, cómo es posible la sorprendente curación de los agentes del orden zaragozanos, tras años de miopía selectiva. En un decir amén han descubierto que tenían ante sus narices, a dos pasos de Jefatura, un local lleno de svásticas y otros benéficos símbolos y que allí, bajo la advocación de la Madre Sacramento, se reunían los rapados para programar acciones altruistas y honrados esparcimientos tales como apalear inmigrantes, izquierdistas y otras especies malignas. Vamos, lo que se dice un pedazo de asociación cultural.

Hasta hace dos días, si le preguntaban al señor Ameijide por las actividades de neonazis en Zaragoza, el señor Ameijde ponía cara de asombro y garantizaba bajo palabra de honor que las fuerzas de seguridad no veían a semejantes individuos por parte alguna. Y, como el señor Ameijide no tenía por qué mentir, había que pensar que el Negrito Zumbón se fue con los churros a otra parte para conocer mundo, y que algunos chavales se empeñan los fines de semana en atizarse de cabezazos contra botas claveteadas o en meter el ojo en un tubo de cerveza roto.

Pero fue llegar don Javier, y hacerse la luz. Bendito sea. Y ahora, con la visión recobrada, a mirar en otros puntos de la ciudad. Que haberlos, habíalos, y no sólo al lado de Jefatura.

*Periodista