El alcalde de Zaragoza ha dicho que pasa de polémicas estivales, que no quiere discutir sobre Valdespartera. Ha dicho que lo decida Urbanismo, o sea, la Chunta, o sea, Antonio Gaspar. El alcalde comprende que su socio en el consistorio es un tipo serio, trabajador, y que no hay nada peor que escenificar estas trifulcas internas, íntimas. El alcalde está más cómodo con la Chunta que en su propia retaguardia afilada. De manera que, como ya ha hecho otras veces en otros marrones, ha delegado en el socio y se ha quedado tan ancho. En estos días han surgido varias polémicas y confusiones en torno a la megacapital del Ebro y sus inmensas pastillas de suelo, sus descomunales expectativas de desarrollo hasta "el infinito y más allá". La diferencia con otras trifulcas es que ahora se ha disparado la escala, y eso es un progreso, hasta un adelanto. El tradicional recurso de los campos de fútbol para abarcar la extensión de un proyecto ha quedado obsoleto: hay que inventar otra escala, otra metáfora, el decaestadio: diez campos de fútbol. Madrid, Barcelona y el mundo están vigilando lo que ocurre en Zgz. No hay gabinete o despacho o empresa que no considere esta urbecica en sus planes de negocios, de expansión, de logística. El tren corre que se las pela, y aún correrá más. El aeropuerto tendrá que arrancar quieras que no, aunque haya que manifestarse como con el AVE a Teruel (esos 27 kilómetros le van a amargar el mandato a Rodríguez Zapatero). No hay empresa que mire con indiferencia al páramo hiperventilado. A su vez, las administracioncicas de icí, no están preparadas para tan descomunal apuesta. Van a tener que hacer mucho outsourcing y reforzar los cuadros comarcales para ponerse a los niveles de depredación colaborativa global. La ciudad de cada día sigue pareciendo próxima y accesible, pero es una sensación engañosa, porque se ha convertido ya en un supercaramelo inabarcable. Hay que cambiar la escala del enfoque, establecer grandes conexiones entre temas que parecen incompatibles, ajenos... y a veces da un poco de pereza. En esta fase en la que aún no acabamos de creernos lo que está pasando, que no acertamos a definirlo (y que a veces hasta nos molesta), es fundamental aumentar también la comunicación interior, que los poderes habituales no se espanten. El alcalde no puede escaquearse indefinidamente.

*Periodista y escritor