También puede ser un atractivo que los dos candidatos a la Moncloa sean neófitos como aspirantes a presidente. Un duelo inédito e interesante, aburridos ya de los rifirrafes que provocaba Aznar. A pesar de que Mariano Rajoy se estrena en estas lides está mediatizado, para bien y para mal, con la marca del PP que hasta ahora llevaba el sello indeleble de José María Aznar. Con el actual presidente del Gobierno ya sabíamos cómo hubieran sido las cosas, porque su estilo personal, bronco, desabrido, soberbio, era imposible de disimular.

José Luis Rodríguez Zapatero se está creciendo en la recta final. El líder socialista desconcierta mucho a quienes le observan. Hay días en que se puede pensar que su calma es pura irresponsabilidad y, otros, invita a descubrirse el sombrero ante su sentido del tiempo y de los ritmos. Ha aguantado el cataclismo de la Asamblea de Madrid, la complicada gestión del tripartito catalán y, ahora desbroza cada día una espiga de su programa electoral.

De momento Mariano Rajoy se siente cómodo a la sombra del poder que ha ejercido José María Aznar. No quiere debates con el líder del PSOE, pero eso puede cambiar en función de que las encuestas de los dos partidos se vayan aproximando. Es sabido que quien ocupa el poder se puede evitar el posible desgaste de un debate con quien aspira a sucederle. Pero Mariano Rajoy a lo mejor tiene que arriesgar un debate si las cosas no están claras, porque el público, cuando quiere espectáculo, no perdona al que se ausenta.

*Periodista