La tensión generada por Aznar aprovechando el relevo de las tropas españolas destacadas en Irak merece ser analizada. Porque el aznarismo acaba de inventar una nueva obstrucción democrática: hacer la oposición desde el Gobierno en funciones. Ya ocurrió, en menor medida, con otros asuntos, como el trasvase del Ebro, cuando su ministra de Medio Ambiente aseguró en una nota que no estaba dispuesta a paralizar el proyecto tal y como se le solicitó formalmente, e incluso manifestaba su voluntad de acelerar las obras en marcha. Pero el nuevo ejemplo es si cabe más grave. El presidente saliente posiblemente deseaba sembrar dudas sobre la firmeza de la postura de Rodríguez Zapatero respecto de Irak con motivo del relevo de los soldados enviados por el Gobierno del PP. Es otro ejemplo de ese todo vale que acaban de castigar las urnas, un triste epílogo que rezuma malos modos políticos y una forma perversa de corresponsabilizar a los adversarios políticos de errores que ni siquiera han sido asumidos como tales. Se trata, directamente, de una utilización de los soldados con fines partidistas, por si en el futuro le conviene disponer del argumento de que Zapatero es quien ha enviado esas tropas de relevo a Irak pese a la promesa de retirar a las ya existentes en el caso de que la ONU no sustituya a EEUU al frente de la ocupación del país.

POLITICA NEFASTA CON LAS TROPAS La fuerte indignación y el elocuente malestar entre los militares en misión humanitaria y sus familiares reflejan la dimensión humana del problema, un aspecto que no ha parecido importarle en exceso a Aznar. No cabe calificar lo ocurrido en las últimas horas de simple observación periodística o de pugna política, porque no es habitual encontrar tropas y mandos dispuestos a lanzar opiniones críticas hacia sus responsables políticos, y cuando esto sucede se pone en evidencia la verdadera magnitud del problema.

El partidismo exhibido por el Ejecutivo en la pasada legislatura ha seguido desde el 15-M, y ahí quedan la actitud y las afrentas de Aznar, un presidente que debe velar para que su sucesor reciba los poderes con limpieza democrática pero que no obra en consecuencia cuando es capaz de acusarle de "falta de madurez que se curará con el tiempo".

Resentido por sus dos semanas negras, Aznar parece olvidar que, tras la guerra de Irak, España ha sumado a sus problemas anteriores la grave amenaza del terrorismo islamista, y que hará falta que la nueva oposición actúe con sensatez para contribuir a un reimpulso del país. Pero no parece ir hacia eso ni parece tener ganas de que Rajoy impulse al PP en esa dirección. La nula autocrítica y el seguir dando lecciones revelan que no es consciente de que el electorado le ha rechazado y quiere un cambio.