El biólogo serbio Srdja Popovic saltó a la fama en los noventa como fundador de un movimiento de oposición al dictador Milosevic, creando un foco pacifista y activo en una línea de revolución pacífica a la que sus compañeros y él bautizaron como Otpor¡ (¡Resistencia!). Aquella plataforma de lucha estudiantil acabaría dando excelentes resultados y extendiendo su modelo a otros países. Popovic dirige en la actualidad el Centre for Applied Non Violent Action and Strategies (CANVAS), una organización no gubernamental dedicada a asesorar a los movimientos civiles que promueven acciones no violentas. Recientemente, Popovic ha publicado su primer libro, Cómo hacer la revolución, en el que defiende sus tesis y acota una serie de Instrucciones para cambiar el mundo.

En su didáctica argumentación, Popovic comienza recordando que la mayoría de los activistas no violentos suelen citar como ejemplos a seguir a Ghandi o a Martin Luther King. Él está de acuerdo en sus muchas virtudes, salvo en el hecho de que no fueran nada divertidos. «Quien quiera lanzar un movimiento de masas en poco tiempo, y más en la era de Internet, tiene que adoptar el humor como estrategia maestra».

En sus orígenes, el arma de Otpor! contra Milosevic fue la risa. Un ejemplo. Los activistas del pueblo serbio de Krajugevec decoraron las cabezas de sus pavos con flores blancas y los soltaron por las calles. Las flores blancas simbolizaban a la esposa del dictador. La gente se reía, y más cuando los feroces policías de Milosevic chocaban entre sí al intentar capturar a los pavos... Pero esos golpes de humor, argumentaron a Popovic los estudiantes egipcios que sufrían la dictadura de Hosni Mubarak, no se podían llevar a cabo en El Cairo, porque la mujabarat, o policía política, los detendría y torturaría. Popovic les recordó el ejemplo de los taxistas chilenos que, para protestar contra Pinochet, se pusieron de acuerdo en circular a 15 km./h, ralentizando el tráfico de Santiago. De esa manera, todo conductor que aceptaba circular a esa mínima velocidad estaba protestando contra el régimen militar. «Para que un movimiento social tenga éxito, lo primero que hay que hacer es dejar de pensar que lo sucedido en otros países nunca podría pasar en el nuestro. ¿La clave? Comenzar por algo pequeño, que no entrañe riesgo, pero que sea significativo y alcanzable».

Un manual para revolucionarios imaginativos.