Ya les dije que el turismo es casi todo lo que nos queda, y en él radica no solo una parte importante de ese PIB que crece y crece como las barbas de Rajoy, sino el mismísimo orgullo patrio (español). Desde Zaragoza eso no se capta bien, porque esta es una de las pocas ciudades españolas de algún relieve que no vive atosigada por hordas de viajeros ni las fiestas salvajes en los apartamentos turísticos ni el balconing ni nada. Si tal fenómeno se debe, o no, a las habilidades del famoso concejal Cubero es algo que ignoro. Tendré que preguntárselo a los del PP, que son expertos en el tema. En todo caso, con la industria turística no se juega.

O sí, o sí se juega. Juegan los chavalotes de Arran, con su campaña de boicot que ha encandilado a los periféricos eufóricos. Juega el Gobierno central, encantado de tropezarse con un tema de tercer nivel que puede ser utilizado para acojonar más al personal y distraerle de cualquier debate serio en relación con el bendito turismo. Jugamos todos, dándoles cancha a unos cuantos descerebrados, convirtiendo en noticia de primera sus arrebatos y su exigencia de que sean expropiados los grandes hoteles y los parques temáticos. De esta forma los cachorritos de la CUP han logrado a un coste irrisorio convertirse en protagonistas de la agenda política e informativa. No es raro que crean estar haciendo la revolución (veraniega), aunque su versión del asalto al Palacio de Invierno no pase de haberles pinchado las ruedas a un autobús y a tres bicicletas, y de realizar una docena de pintadas reivindicativas (en inglés, eso sí).

Pero, bueno, también los mayores de la CUP se sienten víctimas del colonialismo español y piensan que la independencia de Cataluña abrirá paso a la derrota definitiva del capitalismo mundial. Así, mientras las izquierdas de orden se devanan la sesera sin dar con programas factibles que frenen la terrible ofensiva de las élites globales, la fusión del infantil izquierdismo anarcocomunista con el irredentismo micronacionalista simplifica las consignas, aligera la reflexión y te pone en onda.

Parece una broma... Y lo es.