Fue el filósofo inglés Bentham quien diseñó la primera cárcel panóptica. Con las celdas en semicírculo y una torre vigía frente a ellas, la población reclusa era susceptible de ser controlada muy sencillamente. De hecho, un solo guardia podía observar sin ser visto a decenas de presos, a través de sus celdas abiertas. Este modelo se materializó en diferentes presidios a lo largo del siglo XIX, estando vigentes hoy algunos de sus principios.

El método panóptico o panoptismo, según el filósofo francés Foucault, que lo estudió en profundidad, se aplicó asimismo a las medidas sanitarias de contención de epidemias.

Ya a finales del XVIII, en Francia, se reglamentaron detalladamente las medidas a tomar cuando se declaraba la peste en una ciudad.

Para empezar, se prohibía salir de sus límites, y de las casas, bajo pena de muerte. El término urbano se dividía en secciones vigiladas por un intendente. A su vez, cada calle era controlada por un síndico. Los alimentos básicos serían repartidos mediante cubos y poleas, a través de ventanas y balcones. No circularían por las calles más que intendentes, síndicos y soldados de guardia. La autoridad de los magistrados sería absoluta, particularmente en lo referido a desórdenes, latrocinios y saqueos. Mientras durase la epidemia, cada síndico comprobaría casa por casa si los miembros de la familia estaban vivos o muertos, o si ocultaban la enfermedad de alguno de sus miembros…

De este modo, concluyó Foucault, «el poder se ejercía por entero, de acuerdo a una figura jerárquica continua. Cada individuo estaba constantemente localizado, examinado y distribuido entre los vivos, los enfermos o los muertos, en un modelo compacto de dispositivo disciplinario». Foucault añade malévolo: «Para ver cómo funciona la disciplina perfecta, los gobernantes soñaban con el estado de peste».

¿A qué viene este ejemplo?, me preguntará el ingenuo lector, si a nuestros asimismo ingenuos gobernantes ni se les ha pasado por la imaginación convertir la sociedad, con su democracia «plena» o «anormal», según quien la enjuicie, en una prisión panóptica vigilada por el ojo de un Gran Hermano.

¿O sí se les está ocurriendo…?