Como señala Jorge A. Castillo Alonso en el blog Garabatos al margen, la ideología neoliberal nos ha impuesto unas creencias que nos hacen ver como natural el retroceso actual de los derechos sociales. No son creencias articuladas en un discurso trabado y coherente. Se manifiestan en unas actitudes instintivas, más emocionales que racionales. Una de ellas: «Los impuestos son malos». Es una aversión irreflexiva, como si el pagar impuestos fuera un expolio del Estado. Es frase repetida y asumida: «Hacienda me ha quitado 1.000 euros este año en la declaración de la renta». Es decir, que el cumplimiento de nuestras obligaciones fiscales lo vemos como un robo. Todo un ejemplo de falta de conciencia cívica.

Esta aversión irreflexiva hacia los impuestos se explica en parte por el discurso político dominante. En España, a pesar de las «diferencias ideológicas» del PP y PSOE, su visión negativa de los impuestos es prácticamente la misma. El PP lleva años defendiendo las bondades de la bajada de impuestos. Como Ciudadanos. Zapatero en 2003 nos dijo que «bajar los impuestos es de izquierdas» y ahora las comunidades autónomas socialistas eliminan o hacen cuantiosas exenciones al impuesto de Sucesiones. Sólo Podemos discrepa de esta visión general.

Los grandes partidos, con la excepción comentada, repiten el mantra de que los impuestos son malos para la economía. Si se reduce la presión fiscal tendrá más dinero la gente en su bolsillo, gastará más, aumentará el consumo, crecerá la economía y se crearán puestos de trabajo. Nadie nos dice qué bolsillos se llenarán y si el mayor consumo supondrá una mejora de la calidad de vida. Igualmente que, de acuerdo con la tesis de que los beneficios de políticas económicas favorables a los más ricos, como desgravaciones fiscales, acabarán goteando hasta las clases más desfavorecidas. Parece ser que los ricos son ricos en interés de los pobres y que gravar en exceso sus rentas nos perjudicará a todos. Vista la situación actual de injusticia y desigualdades crecientes, la teoría del goteo hacia abajo es un auténtico fraude. El Papa Francisco lo señaló en su Exhortación pontifical Evangelii Gaudium: «Algunos todavía defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos esperan».

Sin embargo, el discurso político sobre los impuestos no basta para explicar esa aversión impositiva. Para fomentarla los gobiernos utilizan otras estrategias más sutiles y efectivas.

El mantenimiento del despilfarro del dinero público con coches oficiales de lujo, cenas fastuosas en hoteles de cinco estrellas. La corrupción o el fraude fiscal, que no son atajados. Los gobiernos dando una visión negativa de los funcionarios como muchos y vagos, de la que exceptúan a los miembros del ejército, policía y guardia civil. Así, ¿Cómo vamos a pagar gustosos nuestros impuestos?

Además se oculta la relación de los impuestos con la calidad de los servicios públicos. Muchos políticos por sus palabras parece que la inversión en un servicio público saliese de su bolsillo. No se trata de un desliz inocente. Ramón Luis Valcárcel, siendo presidente Comunidad de Murcia, hablando de la necesidad del copago: «Los servicios básicos, como la educación y la sanidad, no pueden ser soportados por el presupuesto de una región ni por los presupuestos de una nación. Es muy necesario plantear que los ciudadanos tengan que asumir también el coste de esos servicios, en el porcentaje que sea». ¡Qué desfachatez! ¿Los presupuestos de su región los paga de su bolsillo? Ocultando la relación existente entre impuestos y servicios públicos se evita que, cuando el gobierno anuncie una nueva bajada de impuestos, la gente se pregunte cómo va a repercutir eso en sanidad, educación o prestaciones sociales.

¿Qué es lo que se esconde tras ese afán de desprestigiar y reducir los impuestos? Muy claro, reducir lo público y allá donde el Estado mengua crecen las oportunidades de negocio privado. Deteriorar la educación y la sanidad públicas es oportunidad de lucro para la iniciativa privada. Reducir las pensiones negocio a los fondos privados de pensiones. ¿Qué significa privatización? La privatización le quita al Estado la capacidad y la responsabilidad para reparar y mejorar las condiciones de la gente; elimina también la responsabilidad de la conciencia de sus conciudadanos, al desvincularse de los problemas comunes. Lo único que queda es la caridad. Sorprende que a muchos ciudadanos se les olviden las funciones de los impuestos. Es el principal instrumento de los Estados para redistribuir la riqueza y paliar las injusticias. Sin una política impositiva progresiva y redistribuidora es imposible garantizar la igualdad de oportunidades. La ideología neoliberal hace muy bien su trabajo.

*Profesor de instituto