Comentar lo que sucede en el Ayuntamiento de Zaragoza resulta muy difícil. Ayer mismo, ZeC, con el alcalde a la cabeza, utilizó la Ley de Capitalidad y la de Régimen Local para tomar el control de las sociedades municipales. El equipo de gobierno tendrá mayoría en los consejos de administración, donde los demás sólo dispondrán de un representante por grupo. Esto fue considerado por la oposición un asalto al poder, una cacicada e incluso ¡un golpe a lo Nicolás Maduro! Pero los comunes tienen otro enfoque: han hecho lo que han hecho porque es legal y porque estaban hartos de bloqueo y de no poder utilizar instrumentos societarios que, se supone, deben coadyuvar a la administración y desarrollo de la ciudad.

No creo que se pueda analizar todo esto (y lo demás) sin contemplar en toda su extensión el laberinto de pasiones que existe hoy en la casa consistorial de Zaragoza. Durante decenios aquello se fue llenando de apaños, chapuzas, arreglos, situaciones viciadas y tradiciones inexplicables. Nada es allí demasiado normal, lo cual no impide que lo malo, lo regular y lo bueno se mezclen en confuso barullo. ZeC ha querido y quiere tumbar todo el tinglado, sin excepciones ni miramientos, ¡catacrock!. Pero está en minoría, su tropa es muy propensa a meter la gamba y no explica con precisión qué haría luego... si el derribo tuviera éxito. Por supuesto, otros partidos, los consabidos poderes fácticos con mando en plaza, los beneficiados por el viejo sistema y las gentes de orden en general están dispuestos a minar el trabajo de Santisteve y los suyos. Y estos, enrocados en sus reductos, facilitan la labor del adversario enredándose con cualquier tema que se les cruce en el camino, se les ocurra de repente o forme parte de su peculiar imaginario roji-negro-underground, que no es, por cierto, el de muchos de sus votantes.

ZeC se equivoca. Como les dicen desde CHA, su única salida ha sido siempre la habilidad negociadora. Claro que para eso hay que tener las ideas claras, los objetivos bien fijados... y además hay que valer.