Les confieso que estuve harto de Franco desde que tuve uso de razón, allá por los Sesenta. Pero hube de aguantarlo otros tres lustros al menos, que se me hicieron interminables porque, siendo yo muy joven, su régimen era la antítesis de todo lo que podía suponer la juventud en aquel último esplendor de la modernidad.

Así que espero con impaciencia el final de esta absurda polémica en la que andamos embarcados los españoles. O sea, que los restos del llamado Caudillo sean exhumados, entregados a su familia y situados definitivamente fuera del homenaje institucional. A quienes todo ello les parece, a estas alturas, un desaire o un contradiós histórico o una revancha de los rojos o lo que fuere nadie les va a convencer. Así que lo mejor es pasar de ellos. Y si el PP y Cs le quieren dar más vueltas al tema será porque forman parte de esa peña y no por ninguna otra razón. Acabemos con el asunto, repongamos la memoria de España en su sitio cabal, hagamos justicia a las víctimas de una dictadura criminal (cual hicieron nuestros vecinos europeos hace decenios) y a otra cosa.

Como no para de insistir (de insistirme) la politóloga Cristina Monge, estamos inmersos en una Segunda Transición, y no queda más remedio que atar los cabos sueltos de la primera. Los debates en curso, de enorme importancia, tienen que ver con la situación de nuestro complejo país en la encrucijada de Europa y del mundo global. La permanencia de Franco, como referente histórico de una manera de entender España, nos sobra por todos los lados, nos condiciona y reprime, cuarenta años después, nuestra capacidad para construir el futuro con criterios razonables y democráticos.

Sigo estando harto de Franco y de quienes reivindican su torva figura. Harto, sí, de reconocer su legado en forma de patrioterismo barato, xenofobia, machismo, burricie, corrupción, idiotez política... Harto de ver a sus descendientes disfrutando del botín. Harto de discutir lo indiscutible. Que lo expulsen del espacio público. Que ocupe en la Historia el lugar que merece. Y punto final.