La Justicia europea sentenció el jueves que Oriol Junqueras debió adquirir su condición de eurodiputado y que el Tribunal Supremo de España debió autorizar su salida de prisión para recoger su acta en el Parlamento Europeo. En cuanto se conoció esta resolución, los independentistas pancatalanistas lanzaron las campanas al vuelo como si la Unión Europea (UE) hubiera reconocido la independencia de Cataluña y se hubiera proclamado la república. Hasta esta semana la actuación procedimental de la sala del Supremo que juzgó y condenó a Junqueras y a los otro ocho encausados por graves delitos como sedición y malversación había sido tachada de modélica por la mayoría de la prensa, aunque unos pocos criticaron que no se les aplicara el delito de rebelión y exigieron mayor dureza en las penas, mientras otros opinaron que las penas eran exageradas.

A la vista de lo dictado por el Tribunal de la UE, es obvio que el procedimiento seguido en el juicio fue bastante chapucero. Por ejemplo, a Junqueras el Tribunal Supremo le permitió salir de la cárcel y acudir al Congreso de los Diputados para recoger su acta de diputado, y en cambio no se le consintió que fuera al Parlamento Europeo a hacer lo propio.

El otrora alabado, casi por unanimidad, juez Marchena, ahora vilipendiado por unos y otros con la misma unanimidad, cometió un error de primero de Derecho: sabiendo que Junqueras había sido electo eurodiputado, obvió pedir un suplicatorio al Parlamento Europeo para seguir adelante con el juicio, y se dictó sentencia a pesar de esa omisión.

El resultado de semejante error es tremendo, y las consecuencias se atisban gravísimas; entre otras la regresión de la economía catalana y la parálisis a que esta banda de jetas la están sumiendo día tras día con el aplauso del 42% de los catalanes y la inanición del Gobierno de España.

Y por si fuera poco, el fugado Puigdemont y su acólito, un tal Comín, ya han recogido su credencial de eurodiputados y van a disfrutar del sueldo y demás prebendas de su cargo. El fugado Puigdemont está exultante, y en su esperpéntica plétora de declaraciones de este viernes, mientras se dirigía al Parlamento Europeo para recoger su acta, ha llegado a decir que: «Hay que cumplir las leyes», tal cual, oigan.

Enhorabuena a los lumbreras de la sala del Supremo (¿aún siguen ahí?), que han conseguido que hasta un burlón como el vividor fugado se les cachondee en las calles de Bruselas.

Pero no se enojen demasiado, tómenlo a broma y sean felices en estos días de Navidad.