Yo siempre digo que escribo por necesidad, porque me vienen ideas a la mente y necesito, literalmente, sacarlas. La inspiración me asalta y me pide, me exige más bien, que le dé forma. Esto lo comentaba el otro día cuando me entrevistaron en la televisión, donde acudo de vez en cuando porque soy un esclavo de la promoción (aunque tengo más bien un rostro para la radio). Me preguntaron de dónde saco las ideas, esa gran pregunta recurrente, y yo les comenté que muchas ideas locas me vienen, por ejemplo, en sueños. De hecho, soy de los que se despiertan por la mañana y anotan lo soñado en un cuaderno para luego trabajarlo y formar una buena historia. Otras veces, también lo comenté, me viene la inspiración cuando realizo tareas de forma mecánica y la mente vuela libre, a su aire, como cuando friego, plancho o estoy limpiando. Las musas y la limpieza, ese binomio maravilloso. Ya se sabe, ¡hay que fregar más! Y hablando de fregar, recuerdo un atinado comentario que me dijo mi mujer acerca de mi dudosa pericia en ese tipo de tareas domésticas. La reprobatoria y demoledora frase fue «El culo de la sartén también se friega». Me pareció fantástica, y corrí a anotarla en mi cuaderno. Siempre he fantaseado con incluir esta frase en alguna historia, tal vez porque le veo connotaciones sexuales, pero por una razón o por otra nunca se había dado el caso. Hasta ahora, que descubro que quizás en una novela igual no pega demasiado, pero para una columna es perfecta. Así que, como un regalo de San Valentín algo tardío, firmo esta columna

*Escritor y cuentacuentos