Decía Johan Cruyff que, en el fútbol, quien debe correr más es el balón, porque este nunca se cansa. Al parecer agota más ir tras el esférico que tener su posesión. Unas elecciones se parecen mucho a un partido de balompié. En este caso a dos. No se trata de una eliminatoria a doble vuelta. Aunque es lógico que, quien fuera derrotado en primera instancia, pida ahora la revancha. A sus propios votantes, por cierto.

Ahora el escenario de la disputa ha perdido tensión social. Ese es el riesgo que tiene la izquierda para revalidar una nueva victoria. Pero también la ocasión de la derecha para maquillar el resultado de los últimos comicios, con algunos triunfos locales y autonómicos. La previsión de esta noche sólo nos deja un dato evidente. Habrá menos participación. Su consecuencia lógica hará que el electorado más agotado facilite la victoria del otro. Y es aquí donde el fútbol puede darnos alguna explicación a la larga noche que viviremos hoy. En abril los entrenadores de las tres derechas insistieron a sus equipos en marcar al hombre. Se hincharon a faltas, provocando repetidas interrupciones del juego. Pero se olvidaron del balón.

El equipo de la izquierda trabajó más la zona que el marcaje individual. Y aunque el juego no fue muy vistoso, se encontró con un centro del campo poco poblado de adversarios, lo que le permitió distribuir el esférico. Llegaron con facilidad a la portería contraria, tanto desde la media punta, como desde el extremo izquierdo, con peligrosos centros al área pequeña. Las estadísticas del partido lo dicen todo. El equipo tricolor de Colón, corrió el doble que el contrario. Pero nunca tuvo el balón. En cambio, el equipo progresista se hizo dueño de la pelota desde que fijó la fecha del encuentro. Recorrió menos kilómetros, políticos, y demostró una mayor efectividad en todos los frentes. Como dice Valdano: «El equipo que trata bien el balón, trata bien al espectador». Y el público le devolvió el gesto en forma de votos.

La derecha cometió serios errores en la pizarra. A su jugador más popular le penalizó el juego bronco. Y, sobre todo, el hecho de tener demasiados compañeros en el banquillo.

Volviendo al partido de hoy, la gran incógnita será saber si la frustración del mes pasado pasará factura a los derrotados o los vencedores salen al campo, pensando que ya tienen los puntos de todas las instituciones en su casillero. Hay otro factor importante. El miedo escénico de las derechas, ante una mayoría roja que ya se ha sentado en las Cortes.

La izquierda tiene otros problemas. Esta vez se va a dispersar más el juego y no va a concentrar los esfuerzos en nutrir de balones a su mejor jugador. Cuando todos quieren marcar, a veces se puede llevar el triunfo el equipo contrario. Exceso de confianza es la esperanza de la derecha. Depresión desmovilizadora, el deseo de la izquierda para sus rivales. Una de las dos estrategias hará ganar al otro. Como apunte psicológico debemos destacar que la tendencia ganadora tiene, sobre el papel, más posibilidades.

Cansa más una derrota que una victoria. Igual que cansa menos tener el balón que no tenerlo. Hagan el siguiente ejercicio quienes votaron una opción progresista en abril. Piensen, por un momento, que en España hoy la mayoría de gobierno es de las tres derechas. Su comportamiento para este domingo ¿sería de motivación y activación hacia la participación? No. Estaría más cercano a lo que llamamos, en psicología, indefensión aprendida. Es decir, la conducta de una persona que siente que es incapaz de cambiar una situación con su comportamiento, en este caso el voto, tras haberlo intentado en las urnas hace un mes.

La culpa de este pensamiento negativo no es exclusivamente individual. Esta actitud pesimista, de inacción, es proporcional a la hiperactivación que impulsaron, a sus votantes, los rivales de Sánchez en las elecciones generales. Lo hicieron eludiendo el juego limpio y el respeto que exige el fútbol, la política y la vida. Para ello no dudaron en dopar al electorado conservador con ingentes dosis de banderina, esa droga, estimulante y alucinógena a partes iguales, que tanto daño ha hecho a nuestro patrimonio arquitectónico y mental.

La gesta de abril fue memorable. La sintonía entre la afición mayoritaria y los vencedores recordó a la de la selección de Islandia con su gente. Pero la victoria fue para un equipo de autor y ahora se presenta con un fútbol de estadio. Algo muy diferente. Hoy es día de partido. Tenemos una cita para jugar y votar con alegría en las tres urnas. Pero cuidado. El balón va a estar más disputado. El centro del campo más poblado. Y el resultado más ajustado de lo que parece. Ganará el que muestre menor cansancio. Si la derecha cree que sus huestes volverán a votar con la misma energía de abril, que sepan que pueden jugar como nunca y perder como siempre. Pero si la izquierda sale al terreno de juego con la confianza de que ya ha ganado el encuentro, puede emular al Barcelona en la semifinal de Anfield. La pelota está en su tejado.

*Psicólogo y escritor