Poco a poco nos vamos familiarizando con las caras del nuevo gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, ese equipo de españoles dialogantes y próximos que se proponen edulcorar la política en plan terapia de grupo contra la sobredosis de testiculina de Arias Cañete y de José María Aznar (no así de Rajoy, que es más fino).

Pero, al margen de los señores ministros y ministras, en la corte de ZP actúa ya una especie de gobierno en la sombra, un selecto grupo de asesores que planifican, intrigan, calculan, intuyen, pronostican, escriben discursos y vigilan el pulso del ciudadano de a pie: son los llamados fontaneros de Moncloa , la inteligencia política del régimen que empieza, a los que la revista Interviú ha dedicado un reciente informe.

Hasta catorce especialistas componen esta división silenciosa, pero cuyo poder es máximo. Su organigrama se divide en tres áreas -Gabinete, Oficina Económica y Secretaría-, coordinadas, respectivamente, por José Enrique Serrano, Nicolás Martínez-Fresno y Miguel Sebastián.

En opinión de los analistas, el fontanero en jefe de las tuberías monclovitas, el hombre clave de ZP es José Enrique Serrano, un madrileño de 54 años, catedrático de Derecho del Trabajo, que ya ocupó, en bambalinas, el mismo puesto con Felipe González, cuando Zapatero estudiaba en la uni y gastaba calceto blanco. Serrano apareció en los papeles por el hoy olvidado caso Crillon , aquel dossier sobre las actividades de Mario Conde supuestamente encargado por el PSOE. Tras la victoria del PP, Serrano pasó a asesorar a Joaquín Almunia, con quien conocería las amargas hieles de la derrota electoral. El fracaso lo apartó de tal modo de la política que se dedicó a la producción cinematográfica, patrocinando Luz prodigiosa , aquella peli sobre García Lorca.

Otra sección de la fontanería a domicilio de ZP procede del "grupo de la cecina", así llamado porque Zapatero, por entonces un simple diputado, solía regalarles para Navidad unas muestras de este rico embutido leonés. De ellos, el más próximo al presidente sería Fernando Magro, que ya ocupó con Felipe cargos importantes, como director general del Instituto Nacional de Salud. También recibía su embutido navideño Marifé Santiago, quien solía coincidir con los Zapatero durante los veranos en La Maragatería, y que posteriormente, tras licenciarse en Filosofía y ser destinada como profesora a Orense, emprendería una aventura poética redactada en gallego. Y es escritor otro de los fontaneros, Carles María Casajuana, autor de cinco novelas y de un ensayo, que acaso quede para la fontanería literaria, sobre Josep Plá y Fiedrich Nietzsche.

Figura asimismo entre el asesorato , con honores de intelectual orgánico, un viejo conocido de los lectores, Ludolfo Paramio, investigador del marxismo y defensor a ultranza de Felipe frente a las asechanzas guerristas. El felipismo, pues, ha resistido bien en los caños del partido, y lo que resistirá.

Y está, por supuesto, Miguel Sebastián, con aura de economista liberal independiente, que iba para ministro hasta que Solbes lo mandó devaluar.

Son los hechiceros del poder.

*Escritor y periodista