Si en 1962 La tesis de Nancy versaba sobre el folclore español desde la ajena perspectiva de una jovencísima estudiante norteamericana, la de un no tan joven Sánchez se atrevía en 2012 con el aún no demasiado conocido concepto de «diplomacia económica». Ambos, Nancy, el personaje de Ramón J. Sender; y Sánchez, nuestro presidente, pecaban de ingenuidad. La primera, al tratar de comprender desde fuera algo tan escurridizo como el folclore de cualquier lugar; el segundo, al poner en el mundo de lo escrito (y por tanto imborrable) un producto académico que habría de generar tantas dudas.

La dialéctica hegeliana se articula en torno a tres momentos: tesis, antítesis y síntesis. El primero, la tesis, se define por su apertura e inmediatez; la aparente identidad inequívoca del ser se ve amenazada por la ausencia de totalidad en la visión. La tesis de Sánchez, que existía solo en el mundo de los escritos académicos, al devenir por fin accesible a todos los mortales, alcanza una apariencia de realidad superior, que inevitablemente precipita el advenimiento del segundo paso del método hegeliano, la antítesis: lo que estaba en sí queda cuestionado cuando sale de sí y se confronta con lo otro. La existencia de la tesis de Sánchez, de la que nadie dudaba en la primera fase, queda en entredicho cuando una pluralidad de actores interesados se constituyen en lo otro y objetivan la tesis y la tesis, para concluir que su existencia es dudosa, toda vez que está afectada de múltiples vicios y defectos imperdonables.

Cabe preguntarse cómo y por qué motivo la tesis de Sánchez pasa del mundo de lo real ignorado (en el que reposan la mayor parte de las tesis doctorales y otros trabajos de investigación) al mundo de lo real objeto de atención preferente y especialísima por parte de doctores y legos.

El motivo es claro: la crisis del Gobierno de Sánchez (dimisión de la ministra Montón) concurre con los peligros que acosan a Casado (también por cuestiones de transparencia académica) y con las insaciables ansias electorales de Rivera. Ningún mal político dejaría pasar por su puerta semejante oportunidad sin aprovecharla.

El cómo nos lleva a otras consideraciones que tienen mucho que ver con la tercera fase de la dialéctica hegeliana, la síntesis. En esta fase, la totalidad de la visión produce la superación de la antítesis y da como resultado una nueva tesis. En lugar de quedarnos sin tesis, ahora tenemos dos tesis, la que Sánchez defendió en el 2012 e inmediatamente sepultó en el repositorio Teseo y en el estante más recóndito de la biblioteca de la Universidad Camino José Cela; y la que sagaces periodistas han sacado oportunamente a la luz para acabar con la tesis de Sánchez y con Sánchez mismo, en un alarde de virtuosismo hegeliano.

RESULTA PARADÓJICO que una profesión como la del periodismo, sumida en una profunda crisis que afecta a su propia existencia y a la subsistencia de sus profesionales, tenga en sus manos el inmenso poder de dar existencia a lo que nunca la habría tenido.

El caso de la tesis de Sánchez es paradigmático: más allá de su calidad, merecedora de un cum laude o de un aprobadillo; más allá de su autoría, prístina y regada con el sudor de la frente de un Sánchez anónimo, u oscurecida por la participación de uno o varios negros; más allá del plagio, del autoplagio y de la intertextualidad; la tesis de Sánchez jamás hubiera merecido la menor oportunidad de ser leída por sagaces periodistas si detrás de ellos no se estuviera moviendo la magnífica maquinaria de dotar de ser y existencia a aquello que nunca fue merecedor de ello, aunque sólo sea para acercar el folclore a la universidad o viceversa.

En síntesis, únicamente existe aquello sobre lo que se proyecta el foco que manejan hábilmente quienes controlan los medios de comunicación. Sin la tesis de Sánchez estaría más lejos de sintetizarse la antítesis de Rivera, que aspira a cuestionar a Sánchez y a Casado, una vez superado el factor Iglesias.

Respecto del periodismo, cabe entonar aquello de Crisis? What crisis? Respecto de la filosofía, enterrado Kant en las elecciones del 2015, habrá que ir pensando en resucitar a Hegel. Respecto de la ingenua Nancy de Ramon J. Sender, el folclore ya no es lo que era. H *Escritor