Quien llegaría a ser uno de los médicos más importantes de la Antigüedad, y a dar nombre a una profesión que hoy, en plena pandemia, reconocemos especialmente, Galeno, nació en Pérgamo, el 124 antes de Cristo.

Su padre, arquitecto, tuvo un sueño en el que el dios Asclepio le revelaba que su hijo debía dedicarse a la medicina. Obedeció el mandato y lo educó en el Asclepeo, en parte hospital, en parte balneario, en parte santuario y centro de peregrinación. Galeno continuaría sus estudios en Esmirna, Corinto y Alejandría, el único lugar donde se podía estudiar el esqueleto humano. La anatomía y la farmacología sumaban larga tradición en Egipto. Galeno tomaba notas de sus experiencias clínicas y fórmulas magistrales, componiendo cálamo en mano, sobre papiros, un monumental corpus de libros y recetarios que pasaron y le hicieron pasar a la historia. Parte de ellos los dedicó a comentar el legado de Hipócrates, su gran predecesor, el titán de la primitiva medicina.

El sistema cuatripartito de Hipócrates, tierra/aire/agua/fuego, cuatro estaciones, cuatro puntos cardinales, cuatro edades, cuatro fluidos (bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre) le serviría como punto de partida para demostrar la circulación arterial o los tipos de nervios. No estaba permitido por entonces practicar autopsias, pero él las ensayó en cerdos y monos, y abrió su laboratorio al público. Regresó luego a Pérgamo para trabajar como médico en la escuela de gladiadores, cuyas lesiones y heridas afinaron su práctica quirúrgica; de ahí, a Roma, donde se haría célebre y rico.

La obra escrita de Galeno nos llegaría por vía de las traducciones árabes que tantas obras griegas y latinas consiguieron salvar. La reivindicación de la sabiduría oriental, de Alejandría a Bagdad, de Damasco a Nueva Delhi, y su trascendencia en el legado mediterráneo es una de las aportaciones de 'La ruta del conocimiento' (Taurus), ensayo de Violet Moller sobre la transmisión de saberes de la Antigüedad al Renacimiento y personajes como Galeno.

Quien hoy, sin duda, estaría muy orgulloso de nuestros médicos y sanitarios. Héroes, como él, de la más humana de las ciencias.