Resulta que hay partido. La victoria del Zaragoza en Tarragona evidencia que el equipo aragonés es uno de los más sólidos del campeonato en estos momentos y el regreso de aspectos esenciales que parecían perdidos para la causa. El entrenador es uno de ellos. Natxo fue el primero en perder el rumbo y el equipo se le cayó hasta quedar al borde del abismo. La nefasta primera vuelta del Zaragoza, la brecha con un vestuario donde ya no calaba el mensaje del entrenador y cantidad de decisiones erróneas envueltas en inseguridad y desconfianza dieron al traste con toda aquella fe que el zaragocismo había depositado en un preparador que primero cayó de pie y luego de bruces.

Pero Natxo parece haber vuelto. Al menos así se desprende de los dos últimos partidos, en los que, al fin, se ha notado para bien la mano del entrenador. Aquellas desastrosas lecturas han dejado paso a movimientos certeros y la inacción a los reflejos. Continuos cambios de dibujo en tramos decisivos para adaptarse a los del rival, sustituciones a tiempo y sin esperar al último cuarto de hora y una acertada elección de futbolistas animan a creer en que el catalán ha vuelto a ser aquel entrenador seguro de sí mismo y capaz. Si así lo confirma en los próximos partidos, una sonrisa de oreja a oreja alumbrará el rostro incluso de los más críticos.

El retorno de Natxo se une al de piezas esenciales como Borja o Febas, brillantes ambos en Tarragona. O el de Buff, que vuelve a aportar. O el de Benito, cada vez mejor. O el de algunos más. Claro que hay otros que nunca se fueron. Como Lasure, siempre bien, o Cristian, un portero descomunal para la categoría.

Pero, mientras unos iban, otros permanecían y muchos volvían, el zaragocismo sufría. Demasiados años de penuria y vergüenza desgastan pero no matan. Los 300 de Tarragona son el vivo ejemplo de ello. Su garganta fue el arma más poderosa del Zaragoza en tierras catalanas y su alegría final fue solo la merecida recompensa al arrojo en la batalla. Ellos, los mismos que regresaron destrozados de Alcorcón, Almería o Huesca, los mismos que cada fin de semana condicionan su vida al horario del Zaragoza. Porque el Zaragoza es su vida. Ellos son el Zaragoza. Héroes invencibles.

Dijo un día Zapater, que algo sabe de esto, que el Zaragoza será lo que quiera su gente. Palabra de capitán. Porque el zaragocismo se ha empeñado en recuperar lo que más quería y está dispuesto a todo para ello. Aquellos gritos en Alcorcón pidiendo cabezas pregonaron a los cuatro vientos que ya no había espacio para la condescendencia y la paciencia. Desde entonces, Natxo es otro. Quizá aquello lo cambie todo. Heroes.