La pre-campaña de las generales ha comenzado sin brillo, sin apenas pulsión, sin espectáculo (¿y qué es una campaña, sino un show? ) ni caña. Nuestros políticos, la verdad, cada día están más romos, más sosos, menos ocurrentes, menos graciosos, y así, queridos amigos, es difícil trabajar.

Menos mal que las cuñas radiofónicas de Labordeta y un así como arrebato por parte de Luisa Fernanda Rudi han acuñado un par de esas frases esperpénticas que se prestan al choteo general.

El candidato de Chunta, convertido ya en todo un profesional de la política, propone en su metonímica publicidad una sinécdoque o confusión de la parte por el todo: él, Labordeta, aglutina y engloba la lucha contra el trasvase, y en ese multitudinario tropo nos asume a todos, reclamándonos, a cambio, el voto. Como todas las piezas heteredoxas del imaginario electoralista, dicho spot, en su infantilista egotismo, ha hecho fortuna: le llueven las críticas, pero todo el mundo lo ha oído. Como el anuncio de Curro .

Rudi, decía, ha sufrido, al primer mitin de cambio, un colapso emotivo, resultado del cual emitió la siguiente y biográfica confesión: "Aragón es mi pasión". Como esas pegatinas que se colocan en la luneta trasera del coche, cuando eres forastero, para que te respeten los cacos y gamberros locales, semejante apotegma resiste mal un análisis de texto. Pues, si Aragón es, en singular, la pasión de doña Luisa, ¿en qué lugar quedan las demás pasiones de la candidata? ¿Dónde se esconde ese ¡Trasvase, sí! que es el grito de guerra del PP? ¿Dónde la pasión de España, roja y gualda, de sus raíces y ejércitos? ¿Dónde la pasión por Rajoy? Esperemos, en fin. Quién sabe si, en aras de su aragonesa pasión, la candidata acaba cantando jotas...

Hielo y fuego... También Jesús Membrado, la esperanza blanca del PSOE aragonés, es hombre templado como en una helada fragua. Una estridencia de cadenas de producción y silbatos de huelga acoraza el estoicismo de este político de palabra afilada y fría como la sirena de una fábrica. Hasta su rostro eslavo, como tallado a la intemperie, acredita una vida proletaria, y una determinación ártica. Si ganase Rodríguez Zapatero, cosa ímproba, Membrado estaría llamado a grandes cosas en este Congreso de almas de la caridad que Rudi ha gobernado, mal que bien, con el martillito.

Con menos pasión y sangre, más flojico, veo a Santiago Lanzuela. Quien ya, después de consultar el mapa, y tras larga ausencia, ha regresado a Teruel. No pudo hacerlo en AVE, pues no existe, pero sí se despedirá a alta velocidad. Va a ser la suya, en línea de las anteriores, una campaña capaz de anestesiar al escaso público que allí queda, pero tal vez, espoleado por la pasión de Rudi, se arranque también con alguna perla.

Y luego está Manuel Blasco, del rescoldo del PAR, cuyas pasiones municipales lo tienen, y tienen a los alcaldes, en un sin vivir. Blasco recoge la encomienda de recuperar el voto nacionalista moderado perdido a manos del PP, ese vaso comunicante a ratos lleno o vacío, según el fuego sagrado de las urnas. Chispa tiene, pero... ¿quemará la estadística?

*Escritor y periodista