La isla de El Hierro protagoniza en buena medida una nueva serie de tv titulada, precisamente, Hierro, y protagonizada por Candela Peña y Darío Grandinetti. En la ficción televisiva, una joven juez debe enfrentarse a la solución de un complejo crimen, en el que parecen envueltos numerosos intereses y personajes de la isla, cuyos habitantes, al ser tan pocos, se conocen entre sí, pudiendo, como en las novelas policíacas inglesas, amarse, odiarse, asesinarse y encubrirse con la individualidad de otros tantos personajes.

La serie, en cuyos capítulos abundan los errores tanto en el procedimiento judicial como en la investigación policial (errores fácilmente subsanables si los guionistas hubieran contado con el adecuado asesoramiento), se salva con la actuación activa de Grandinetti y con la actuación pasiva de la isla.

Porque es El Hierro, con su magmática, romántica, volcánica belleza, el principal de los atractivos del elenco y la clave, en género negro, de que la serie funcione y se vea con agrado.

Hace algunos años viajé a El Hierro para ambientar una de mis novelas, Orquídeas negras. Buscaba un lugar aislado y agreste que reforzase los aspectos escénicos y algunos efectos de mi historia y ciertamente lo encontré. Recuerdo cómo el viento meneaba el pequeño binter en el que aterricé en una pista que se podía medir a palmos, y cómo azotaba el casco del barco en que me alejé... pensando en Colón y en que aquel pedazo de tierra negra era el último punto de España que vieron sus marineros antes de poner proa hacia América.

Recorrí sus carreteras de montaña, entre vertiginosos precipicios, y subí a sus volcanes, montañas de polvo color caldero desde los que el azul negro del mar hacía resaltar las espumas contra los roques. En su capital, Valverde, el tiempo se había detenido, no existía. Las casas e iglesias eran blancas, las voces, los acentos, eran suaves, las manos, las pieles, lo eran también, pero había algo duro y oscuro, terrible, ancestral, en aquella isla surgida del fondo del océano, horadada de cráteres, cuevas... y secretos.

Una isla mágica, despiadada, pura en su forma, en su verdad, donde cualquier cosa podría pasar...