Desde que las teles descubrieron eso que se llama archivo, comprendieron que hacer especiales de Año Nuevo es lo más barato del mundo. Pones a dos tíos a mirar vídeos musicales y a pegarlos al buen tuntún, y ya tienes una torta de tres horas para que el personal baile delante de la pantalla. Pasada la media noche, la exigencia cae a sus mínimos, y lo que se demanda es ruido, bronca, ritmo y risas.

Pero en la noche del 31 hubo otra cadena y otro concepto que me enamoró. La 2 nos ofreció una lección de historia musical. Desde un programa (que ya existe) llamado Cachitos de hierro y cromo (que son los componentes físicos del casete), y un guion ordenado y coherente, pudimos asistir a un gozoso repaso de las tendencias musicales españolas. Era un programa para grabar, para conservar, y si me apuran, para mostrar en los institutos de enseñanza. Virgina Díaz es la encargada de contarnos por qué Bruno Lomas nos hechizó a los jóvenes de entonces o Un ramito de violetas, que cantaba Manzanita, le debía el talento a Cecilia. Todo esto nos recuerda que hace años existían programas musicales en TVE, donde la juventud veía en la pantalla a los fenómenos del momento, incluso aunque fuera en algo como Aplauso.

Resalto todo esto porque es un milagro ofrecer programas que diviertan, enseñen y alegren la existencia. A veces hay gente que le pone afecto a su trabajo. Sucede con Cachitos..., unas clases magistrales sobre nuestro pasado musical. No se lo pierdan, lo ponen cada semana en La 2.