Esta semana se han celebrado en Zaragoza las I Jornadas de Novela Histórica, organizadas por el ayuntamiento y con la colaboración de Caja Rural de Aragón, Cortes de Aragón y el arzobispado. Por el magnífico salón de actos de Caja Rural, una joya del art decó aragonés, cuyo aforo hubo que limitar a 280 personas, han pasado relevantes historiadores y escritores de novela histórica (Susana Lozano, Jesús Maeso, José Calvo Poyato, Javier Sierra, Irene Vallejo, Luis Zueco y Toti Martínez de Leza). La enorme demanda de asistencia que han generado estas primeras Jornadas, que el ayuntamiento tiene intención de continuar con periodicidad anual, ha dejado bien patente que la gente quiere aprender sobre el pasado, y que lo hace con preferencia acercándose a él a través de la novela histórica.

Denostada durante muchísimo tiempo por muchos historiadores profesionales, aunque luego la leían en la intimidad, la visión de los historiadores sobre la novela histórica está cambiando de manera drástica.

Cada vez son más los que consideran que la buena novela histórica puede ser, si se escribe bien, con documentación, rigor y verosimilitud, un buen instrumento para acercar e interesar a mucha gente por la historia.

Estas Jornadas de Zaragoza, centradas en la Corona de Aragón -hacía falta desmontar mitos y falsedades al respecto-, han despertado un interés extraordinario que ha desbordado todas las previsiones. Pese a las restricciones obligadas por las medidas sanitarias, todos los días se ha completado el aforo, y aún se hubiera duplicado e incluso triplicado en una situación de normalidad.

El estudio de la historia no es algo que compete solo a eruditos historiadores; la historia es más cuestión del presente que del pasado. Conocer nuestra historia supone entender lo que somos porque sabemos de dónde venimos y quiénes han sido los que nos han precedido.

Mirar hacia el pasado implica comprender la trayectoria de la humanidad y aprender de sus miedos, sus esperanzas y sus errores. La historia no se repite, porque cambian los protagonistas, los acontecimientos y las circunstancias, pero sí hay situaciones históricas que se parecen.

Por eso es imprescindible conocerlas. Lamentablemente algunos no lo entienden así, y creen que visitar el pasado desde el ensayo o desde la novela es algo superfluo. Se equivocan, y lo que se ha escuchado en estas Jornadas de boca de los ponentes es una prueba evidente de que necesitamos más memoria colectiva y más claridad sobre el pasado.

Más cultura. Más historia.