Paso una tarde de lo más interesante en Estadilla. Allí me espera un detective profesional, Mariano Badía, también arqueólogo, también escritor, autor de una novela de inquietante título: Psicosis en Torreciudad. En su compañía, ataco el tema de la charla convocada sobre los orígenes de la novela negra.

Nomenclatura, esta de novela negra, ciertamente contemporánea y artificial si nos remontamos a sus raíces, cuando el género policial, allá a mediados del siglo XIX, se instauró sobre la figura de un detective. Sobre el prestigio de los mejores investigadores privados iría desarrollando al mismo tiempo y en paralelo sus técnicas narrativas y deductivas.

El primero de los detectives de ficción fue Auguste Dupin. Lo creó Edgar Allan Poe, el genio de la intriga y del terror. De dónde se inspirara Poe para crear un arquetipo sin precedentes en la literatura universal sigue siendo hoy un misterio tan profundo como quién fue realmente William Shakespeare. El caso es que Dupin, cuyos casos se resolvieron hacia 1840, influiría decisivamente en la creación de Sherlock Holmes por Arthur Conan Doyle, hacia 1880.

Con Sherlock, el género siguió siendo el de novela de detectives, pero aún no novela negra. Poirot y Agatha Christie estirarían el modelo hasta bien entrados los años veinte del pasado siglo, cuando un tal Sam Spade, imaginado por Dashiell Hammett, vino a endurecer el tipo de detective, invitándose a sí mismo a descender a las cloacas de la sociedad y a las negruras de la naturaleza humana.

Humphrey Bogart, con sus magníficas interpretaciones, sentaría la imagen de este sabueso urbano, duro y escéptico, hermano del Phillip Marlowe de Raymond Chandler, del Lew Archer de Ross MacDonald o de El Santo de Leslie Charteris (mucho más duro en la novela que en el cine).

El público de Estadilla disfrutó de este viaje al pasado con los turbulentos y geniales héroes de la deducción lógica y el arte de la investigación criminológica.

La población oscense de Estadilla cuenta con un joven equipo municipal, encabezado por Pilar Lleyda, tan eficaz y entusiasta como los protagonistas y lectores de la novela policíaca o negra.