Se cumple un nuevo aniversario, y van seis, del 15-M, el movimiento de los indignados, de los acampados, y algunas cosas han cambiado desde entonces.

Ha mutado bastante la propia izquierda, para empezar, hasta aquellas fechas dominada y jerarquizada por un Partido Socialista que con las primeras tiendas de campaña en la Puerta del Sol demostró estar en la luna de una actualidad que podía eclipsar su órbita con la fuerza y la intransigencia de la juventud.

No ha sido del todo así, ni los primeros eran tan luminosos ni tan apagados estaban los segundos, pero la aparición de un nuevo partido, Podemos, integrado por corrientes o mareas periféricas y por candidaturas municipales amalgamadas en torno a propuestas comunes, como la zaragozana encabezada por Pedro Santisteve, articularon una ecuación electoral numéricamente traducida en el Congreso de los Diputados con altos guarismos. Escaños todavía insuficientes para gobernar, pero decisivos en una hipotética alianza con los socialistas españoles para sentar en Moncloa a un presidente de izquierdas.

Podemos ha refrescado por la base la política española, aportado frescura, compromiso social e ideas nuevas, pero no ha logrado aún que la mayoría de los españoles lo visualicen como un partido de gobierno. En parte esa asignatura pendiente lo estaría porque Pablo Iglesias, el candidato presidenciable de la formación morada, no ha logrado complementar su imagen de agitador con el formato convencional de un hombre de Estado. En último término, no debe olvidarse que el votante español, al margen de sus opiniones, preferencias e ideas, apuesta por el conservadurismo en las formas, por el hombre del traje gris frente al de la coleta. En esa línea, la más pulcra y moderada imagen de Errejón habría tal vez dado mejor resultado, pero esa opción parece de juego y Podemos vivaquea entre los fuegos fatuos de la izquierda a la espera de que Iglesias se erija en el único chamán, con visajes de jefe único, o bien sus mecanismos de representatividad interna acierten a modulas protagonismos más repartidos.

Sin haber abandonado su presencia en la calle, Podemos ha irrumpido en las instituciones con una contundencia y agresividad desconocidas en la transición, de ahí las tensiones, polémicas y dificultades para gobernar u opositar con ellos.

Siguen siendo una incógnita.H