La que puede ser la última película de Robert Redford, Old man & The gun lo acoge en un papel ciertamente singular, el de Forrest Tucker, un ladrón profesional de bancos, tremendamente eficaz, pero al mismo tiempo pacífico, educado, sonriente y casi tierno en su apariencia, aunque duro por dentro como pellejo de lobo.

Trabaja con estilo. Su modus operandi es siempre el mismo.

Secundado por una banda de ladrones tan veteranos como él, gang que la prensa ha bautizado con ironía Los talluditos, Forrest entra en una oficina bancaria, pide una entrevista con el director, y en cuanto se quedan a solas le muestra disimuladamente el arma y le entrega una cartera para que la llene de dinero. Una vez repleta de dólares, Forrest sale del banco, se sube a un sedán casi tan viejo como él y huye de la policía por carreteras secundarias. Si no lo cogen se dedica a seducir señoras, como a una Sissy Spacek que se enamora de él sin imaginarse que se está liando con un peligroso atracador de bancos.

A lo largo del argumento, Daniel Lowery, el director, nos irá contando el pasado de Forrest: robo tras robo, prisión tras prisión, fuga tras fuga...

¿Por qué un hombre tan educado y encantador como Tucker se dedica a asaltar oficinas bancarias, pudiendo ganarse la vida de cualquier otra manera? Porque eso no sería vida, replica en un momento determinado el propio Redford, hablando al destino o al espectador.

Una idea parecida pudo inspirar a Ignacio Estaregui cuando soñó la trama de Miau, con aquellos tres veteranos que robaban una obra de arte para sentirse un poco más vivos.

Y también a Lawrence Block el personaje de El ladrón que leía a Espinosa, todo un caballero en sus formas pero que, en el fondo de su conciencia, lo único que quería, al ser lo que de verdad le atraía, era estafar a la gente.

Old man & The gun nos deja una pregunta en el aire sin respuesta, la de intentar explicar el por qué de la naturaleza de una conciencia inclinada al mal, desorientada de la convivencia y del bien por rebeldía contra las normas sociales, por un espíritu de aventura o... porque sí.

Bien por Redford.