La poesía gráfica acaba de dar un nuevo paso hacia su ilimitado horizonte de la mano de Luis Alberto de Cuenca y de Laura Pérez Vernetti. El primero ha aportado una docena de sus hermosos poemas; la segunda los ha interpretado en clave de un cómic preciosista y preciso, dinámico y poético, clásico y vanguardista a un mismo tiempo. La dificultad de este libro extraordinario, Viñetas de plata (Reino de Cordelia) reside, precisamente, en ese mágico hermanamiento entre el dibujo y el verso, la poesía y el cómic, un milagro raro de ver que debemos sobre todo al talento de sus dos protagonistas.

En el prólogo, Luis Alberto de Cuenca confiesa que Laura Pérez Vernetti ha hecho realidad uno de sus sueños imposibles: convertirle a él mismo en personaje de un tebeo resuelto con líneas procedentes «del desparpajo underground de los ochenta y de un pop de línea clara».

La mujer sin cabeza, Las paradojas de Satán, Todos fuimos pequeños, Homo homini lupus, Isabel o La mentirosa son algunos de los títulos de los poemas aportados por De Cuenca a Viñetas de Plata e interpretados por Pérez Vernetti en clave de tebeo.

El poeta, gran amante de los géneros, se apoya con frecuencia en acciones oscuras, en paradojas históricas, en un ritmo urbano próximo al thriller, pero para remontar siempre hacia el sol de la poesía mediante hermosas o crueles imágenes procedentes de la noche oscura del alma. Esa polaridad, que lo hace a la lectura claro y misterioso a la vez, es el signo del artista que conoce la tradición y la ama y se rebela contra ella, sabedor de que, o aporta algo a ese turbio río de geniales intuiciones o quedará para siempre en una olvidada ribera.

De ahí que De Cuenca busque deliberadamente los rápidos, las corrientes más frías y subterráneas, hasta encontrarlas y mostrárselas al lector con la seguridad de un guía, amable, amenamente, haciendo humano lo espantoso.

En esa línea, Pérez Vernetti nos ofrece una galería de viñetas que son, cada una, verdaderas obras de arte. Por ellas desfilan seres solitarios y atormentados, vampiros, hombres lobos, prostitutas, asesinos, caballeros andantes --y Luis Alberto de Cuenca uno más entre ellos--, héroes de Marvel, mitos, perversidades, placeres casi tan agudos como la lectura de este libro sagrado y profano de dos poetas urbanos, pluma y lápiz, viñeta y verso.