El profundo Sur estadounidenses, con sus extensos deltas repletos de caimanes y unas voraces serpientes llamadas "mocasines de agua", sigue dando mucho juego como escenario literario. John Grisham acaba de ambientar su último y muy recomendable thriller en tierras de Menfis, Misisisipí, y Patricia Cornwell no parece haberle ido a la zaga.

La mosca de la muerte , la última aventura de la doctora Kay Scarpetta, la ya mundialmente famosa heroína de Cornwell, transcurre en buena parte en Baton Rouge, telón de fondo de infinitas novelas y tramas cinematográficas, y que ahora sirve como escondrijo empresarial al cártel de los Chandonne, una multinacional del crimen que ya se las había tenido que ver en anteriores episodios con la infalible forense. Los inevitables pantanos, a menudo tumbas anónimas para víctimas de asesinos en serie, o de vendettas entre grupos mafiosos, amparan a uno de los Chandonne, oculto precisamente en uno de los embarcaderos del Río Ciego, a la espera de que su hermano Jean Baptiste, más conocido como el Hombre Lobo , se reúna con él para reorganizar sus actividades criminales.

La vieja lucha ente el bien y el mal, que tantas veces ha nutrido la novela negra y policíaca, adquiere en este libro tintes demoníacos. En el claustrofóbico mundo de la doctora Scarpetta, regido por la ciencia forense, ambientado en los escenarios de los crímenes, o en las frías salas de los anatómicos donde reposan las víctimas sádicamente asesinadas, la psicología humana se reduce a la comisión del mal, del daño físico, y de los medios policiales para combatir esa lacra íntimamente adherida a la naturaleza humana. El mal es estólido, pero consecuente consigo mismo, y carente de antídoto; el bien, por contra, está surcado de flaquezas, de debilidades morales, y cualquier factor de acercamiento o negociación lo asola de tentaciones y dudas, por la incertidumbre o el horror de la derrota.

El contacto de Scarpetta con la esencia del mal, representada por los Chandonne, se visualiza en ribetes de bestialidad y sadismo gracias, o, a pesar, de la figura de Jean-Baptiste, el Hombre Lobo . Un criminal cubierto de pelo, impotente y cruel, y dotado de una depredadora astucia para matar. Cornwell se esfuerza por hacer creíble este casi inverosímil personaje a base de fabricarle un pasado en la Isla de Francia, y una enfermedad infantil que lo taró para siempre, apartándolo del mundo de los vivos y obligándole a crecer como un animal doméstico.

Este Hombre Lobo no es, desde luego, un criminal común. Su ferocidad y sus caprichosos fetichismos lo convierten en un cruce entre Jack el Destripador y Aníbal Lecter. Los Estados Unidos no parecen lo bastante grande como para saciar su necesidad de sangre, por lo que ataca una y otra vez, siempre a mujeres, a las que a veces, para que el círculo resulte todavía más macabro, ha seducido su hermano gemelo.

En la lucha de Scarpetta contra los Chandonne, Cornwell recrea el universo afectivo de Kay Scarpetta. Policías, investigadores, agentes especiales... Todos a contraluz, entre el bien y el mal.

*Escritor y periodista