La historia de los homínidos, desde que aparecieron sobre la superficie terrestre, como consecuencia de la evolución natural de las especies, se ha caracterizado por una guerra continua, destinada a poner a su servicio al mundo vegetal, mineral y animal. En esa historia de guerras interminables, siempre han ganado los homínidos, aunque es cierto que también han tenido que replegarse muchas veces cuando la naturaleza vegetal, mineral y animal le han ganado las batallas. En esas épocas de repliegue, los humanos han cambiado ciertos hábitos y costumbres, no solo porque necesitaban adaptarse a la nueva situación para no morir, sino sobre todo porque necesitaban encontrar nuevos descubrimientos tecnológicos para iniciar una nueva guerra contra la naturaleza, e incluso contra sus congéneres menos preparados tecnológicamente hablando, que les permitiera esclavizar al reino vegetal, mineral, animal, y a parte del homínido. Es evidente que esos descubrimientos han sido muy diferentes a lo largo de la historia, pero siempre han tenido dos finalidades: dominar al reino natural y explotar a los pueblos menos desarrollados.

En esa lucha de polos opuestos entre sí hay momentos en los que la naturaleza se defiende atacando al género humano a través de terremotos, volcanes, huracanes, prolongadas sequías, o a través de la propagación de terribles plagas y pandemias. Hasta ahora, la historia ha demostrado que en estos períodos, calificados por los pensadores humanos como catástrofes, el mundo de los homínidos siempre ha encontrado algún remedio para seguir siendo «el rey de la creación», aunque para lograrlo haya tenido que renunciar temporalmente a muchas de sus comodidades y costumbres sociales. Nadie está en condiciones de garantizar que siempre será así, pero hasta ahora ha sido así.

En las épocas de pandemias, las incertidumbres son mayores que las certezas y, por consiguiente, resulta mucho más difícil predecir el futuro que en los tiempos de bonanza. Sin embargo, yo creo que lo más sensato es aceptar que este tipo de pandemias van a continuar aporreándonos, a pesar de que contemos con profundos avances tecnológicos. Por lo tanto, deberíamos implementar serias medidas sin demorar más tiempo, con el objetivo de estar preparados para enfrentarnos a esos virus de la mejor manera posible, como única alternativa para aminorar sus efectos, sobre todo en la sanidad, la educación escolar y en los servicios sociales.

No creo que esta pandemia que estamos padeciendo sea más terrorífica que otras anteriores, pero quizás mucho más enigmática. Hay quienes opinan que no ha surgido como un efecto lógico de la encarnizada dialéctica que caracteriza la relación del género humano con la naturaleza, sino más bien como consecuencia del desmedido afán de dominio de unos gobiernos sobre otros para liderar unos avances científicos carentes de límites éticos. Algún día se sabrá a qué se ha debido esta pandemia del año 2020, pero hoy es una incógnita. Lo que sí parece bastante claro es que, como en otras pandemias anteriores, cuando se consiga el remedio definitivo para evitar el terrible contagio letal del virus, habrá grupos sociales ganadores y otros perdedores, sectores que acrecienten más su dominio y otros que perderán los pocos derechos que hasta ahora tenían. Asimismo, habrá científicos que se plegarán al afán de dominio de los más poderosos y, por tanto, pondrán sus descubrimientos al servicio de los grupos que les generen mayores plusvalías. Es obvio que también habrá políticos cuya única intención será aprovecharse del miedo y de la incertidumbre que genera toda pandemia para aumentar su poder sobre los más débiles, convirtiéndolos en esclavos indefensos cuya única esperanza consistirá en que las dádivas que reciban del papá Estado nunca se acaben. Y, por supuesto, también habrá pensadores, científicos y políticos que, aun estando convencidos de que sus ideas serán tachadas de utópicas por parte de los que pretenden medrar a costa del sufrimiento de los más débiles, las ondearán en todos los medios y ámbitos que puedan con el objetivo de desenmascarar a los que están intentando aprovecharse de las debilidades y de las contradicciones del sistema para salir ellos más fortalecidos de la crisis. Siempre ha sido así y también lo será en esta ocasión.

A la vista de lo que acabo de exponer, creo que es bastante evidente que estoy en total desacuerdo con quienes piensan que después de esta pandemia seremos más solidarios con los demás y respetaremos más la naturaleza. Lo más probable es que durante varios meses, o incluso años, continuemos con la misma actitud borreguil que hemos mantenido durante los meses más duros del coronavirus como consecuencia del miedo que tenemos metido en nuestras mentes. Sin embargo, cuando dispongamos de una vacuna eficaz, seremos como siempre hemos sido. La única esperanza que me queda es que esa vacuna llegue cuanto antes porque de ese modo dispondrán de menos tiempo algunos políticos que se están aprovechando de las desgracias producidas por este virus para destruir la democracia liberal, poniendo el poder judicial y el legislativo al servicio del poder ejecutivo. H *Catedrático jubilado. Universidad de Zaragoza