Tómese lo que voy a comentar como una mera reflexión por escrito. No pretendo decir qué se debe hacer y qué no para prevenir los contagios del tan presente covid-19, más allá del principio de que cada uno cumpla las normas, y de que le dejen trabajar.

Podría estar pasando que haya normas injustas e ineficaces. Así que de partida voy a mostrar mi apoyo a la hostelería y al comercio, y voy a tratar de justificar con un caso real lo que a mí siempre me pareció: que si tengo que quedar con alguien estamos mucho más seguros en un bar que en un domicilio. Cerrar los establecimientos públicos, donde hay unos responsables que cuidan, aunque sea por propio interés, que se cumplan las normas de prevención, y que están expuestos a la vigilancia de los propios clientes y de las autoridades pertinentes, supone tanto como mandar a las personas a reunirse en pisos, locales, naves, fincas, peñas y cualquier otro lugar donde con el paso de los minutos se van relajando las precauciones. Y, además, donde se pasa mucho más tiempo juntos.

Puede que hasta nuestros responsables políticos se estén dando ya cuenta de eso y, como con sus medidas han zaherido y maltratado hasta la ruina a todo un sector, ahora se les haga cuesta arriba rectificar y reconocerlo. ¿Cuántos contagios se han dado en carnicerías, pescaderías o panaderías, establecimientos que no han cerrado en ningún momento? Ninguno. Por eso ahora quieren un toque de queda a las 8 de la tarde, para imponer por la fuerza a la minoría que no cumple las normas, lo que la mayoría cumplimos por supervivencia antes que por sometimiento.

El caso de Benabarre

Leía estos días en la prensa aragonesa el siguiente titular: «De zona libre de covid a liderar la tasa de contagios en Aragón». Se refieren a Benabarre, lugar, dicho sea de paso, con muchos atractivos y cosas que visitar, situado en un lugar de tránsito de muchas personas, sobre todo de la vecina Cataluña. Pues bien, Benabarre tiene, entre otras cosas, como una decena de bares y/o restaurantes, como seis o siete establecimientos que ofrecen alojamiento, y también un buen número de comercios. Y se da la circunstancia de que el pasado verano, de este año 2020 coronavírico, tuvieron, de acuerdo a la información de que dispone la oficina de turismo de dicha localidad, casi tantos visitantes como un verano normal. El tránsito de gente, las visitas a sus atracciones, a sus restaurantes, bares y comercios fueron, en algunos casos, incluso superiores a años anteriores. Por ejemplo, aumentaron las visitas respecto a otros años de personas de Madrid y Cataluña, zonas no precisamente libres de covid. Además, «casi todas las segundas residencias ocupadas y durante más días de lo que es habitual otros años». Y como el propio artículo recoge, «hasta el 27 de diciembre, los contagios en el núcleo urbano se podían contar con una mano, y te sobraban dedos».

Sin embargo, pese a que «a partir de octubre-noviembre y hasta la actualidad el turismo prácticamente ha desaparecido debido a los confinamientos provinciales y autonómicos», llegó la Navidad, se produjeron las reuniones familiares propias de la fecha y Benabarre saltó a las noticias como «el municipio de Aragón con la tasa más alta por habitante». Creo que el caso Benabarre debería hacer reflexionar a nuestros responsables políticos acerca de las restricciones y de dónde se aplican. En Valencia y en Madrid parece que lo reconocen tan explícitamente que van a prohibir los encuentros en domicilios privados. Tarde pero ya se han enterado de dónde está el peligro. Lástima del daño hecho hasta la fecha. Señores políticos, pongan normas, cuiden su cumplimiento y dejen trabajar a la hostelería, pues se ha demostrado que son el verdadero oasis frente al covid-19. También en el Pirineo.