En cierta ocasión un amigo mío trata de aparcar su coche en un espacio de dimensiones reducidas. Va introduciendo el coche y en un momento determinado el coche empieza a pitar como un loco. Pasado el susto inicial mi amigo le empieza a hablar al coche diciéndole que tenga paciencia que es para cuidarlo. Mi amigo habla con el coche, se acuerda de lo que dicen en su tierra: cuando una persona tiene buena apariencia es que ha dormido siempre en garaje. Mi amigo es de ese numerosísimo colectivo en nuestro país para los que, parafraseando a Hobbes, 'el coche y el perro son el hombre para el hombre'.

Qué duda cabe que las máquinas, en este caso sensores electrónicos, nos permiten llevar una vida mejor, pero en determinadas manos y bajo estrechos intereses pueden producir preocupantes escenarios distópicos, en los que las máquinas controlan a los humanos y no al revés. No se trata de especulaciones teóricas, ciencia ficción o realidades casi imposibles probabilísticamente.

Hay aspectos en el mundo del trabajo actual inquietantes. La digitalización ya permite desde hace al menos tres décadas monitorizar las pulsaciones de los aparatos que utilizan los trabajadores y cuánto tiempo se tarda en ejecutar las tareas y los descansos que se toman. La informática está en buena parte de las tareas que desarrollamos en nuestras actividades laborales. Esto permite a las empresas conocer cuántos trabajadores necesitan y cuándo los necesitan. Es el trabajo a demanda, controlable perfectamente por robots que mediante el algoritmo oportuno se transforman en unos jefes sin sentimientos. Trabajo a demanda y cuentas ajustadas al céntimo. Lo postindustrial se ha convertido en preindustrial en muchos sectores productivos, incluidos aquellos que pueden tener una actividad continuada y predecible. En aquellas actividades más esporádicas, ya ni siquiera existen las relaciones de trabajo. Eso sí, con elegancia lo llamamos 'economía colaborativa', donde a veces se tiene que pagar para trabajar.

¿Qué proyectos de vida para las personas se presentan con estos escenarios laborales? La tecnología mejora nuestras vidas, pero genera también disfunciones, lo que se llama externalidades negativas para la sociedad. Por ejemplo, una persistente y continuada inestabilidad laboral, una dinámica en el empleo, o en empleos varios para alcanzar el equivalente a una jornada laboral, dejará muy poco espacio para la vida social o familiar, para la información y la participación ciudadana y política.

Bola de nieve autodestructiva

El consuelo probable, la abstracción ante esas tensiones y problemas, puede ser acudir a un ocio embrutecedor y, así creamos una bola de nieve autodestructiva. Luego que no se espere comportamientos responsables de esos ciudadanos machacados. No hagamos que las máquinas sean el lobo para el hombre.

Si la empresa quiere disponer de trabajadores a demanda de acuerdo a las necesidades más perentorias, de alguna manera, como mínimo, el Estado debería compensar o atender las necesidades de esos trabajadores afectados. En nuestro país, a diferencia de otros como los USA, las coberturas públicas de salud y educación no dejan a la intemperie a los trabajadores precarios, pero eso no es suficiente. Si las empresas quieren disponer de trabajadores a demanda, de flexibilidad laboral, de libertad en su organización, el Estado (Estado somos todos, con los impuestos y con comportamientos individuales razonables) debería proveer de una red de seguridad. Pero posiblemente fuera mejor para trabajadores, empresas y el resto de la sociedad, que las propias empresas entendieran de verdad que los trabajadores son el activo fundamental y ofrecer seguridad puede ser la herramienta competitiva para un mundo globalizado. No podemos pensar en la economía y en la sociedad actual con un modelo de relaciones laborales de hace 50 años o más y, por tanto, urge una reflexión sobre ello.

La Inteligencia Artificial y los algoritmos bien utilizados podrían diseñar sensores sociales que empezaran a pitar con estruendo y arrebato cuando determinados valores sociales y principios de convivencia y dignidad humanas se ponen en peligro, cuando en el parking hay columnas cerca a las que les vamos a dar. En lo cercano, el clima de diálogo social y acuerdos, que observamos estos días en nuestro país, resulta estimulante y quiero pensar que esperanzador.