El asunto de la independencia, o no, o vaya usted a saber qué, de Cataluña se ha instalado desde hace ya varias semanas como el único tema de información y opinión en España, monopolizando los espacios en los medios de comunicación de manera que, para alegría y alivio de corruptos procesados y presuntos por procesar, se han relegado otras cuestiones trascendentales para la salud democrática de los españoles.

Y también están pasando al olvido casos de escándalos económicos que han afectado de manera extraordinaria al bolsillo de todos los ciudadanos. Me refiero, entre otros muchos, al del rescate a las entidades bancarias pagado con dinero público. En su día, el gobierno, más o menos el mismo que sigue instalado en La Moncloa, prometió que la intervención bancaria no costaría un euro a las arcas públicas y que se recuperaría todo lo que se había costeado. Era mentira, claro. Ahora se sabe que casi 50.000 millones de euros (algo más de -pásmense- ocho billones, sí «billones», de las antiguas pesetas) no se recuperarán jamás. Esta «broma» ha costado a cada español 1.200 euros: 40.000 millones de euros (que serán al fin algunos más, ya verán) procedentes del propio rescate y 9.000 más del Fondo de Garantía de Depósitos.

Semejante fraude, estafa, robo y saqueo, que de todo ha habido en este lamentabilísimo asunto, se va a saldar con una docena de condenados, muchos de los cuales ni siquiera pisarán la cárcel, y sin que ni uno solo de los implicados devuelva íntegramente lo robado, malversado y evadido.

Mientras el personal anda asombrado con el espectáculo bochornoso que se está produciendo en el Parlamento de Cataluña (en un país medianamente serio nadie votaría a muchos de los que allí se sientan) y la inmensa mayoría de la gente sigue preocupada por un futuro incierto, la algarada independentista está tapando a los miserables morales y delincuentes de cuello blanco que han llevado a España al borde de la ruina, y a la desesperanza y al desasosiego a millones de ciudadanos.

Y entre tanto todo esto ocurre, ERC y la izquierda antisistema catalanista -a los de las CUP me refiero-, que alardean de solidarios con los débiles y con los exiliados y refugiados, y se ufanan de ser el azote de los potentados, andan votando de la mano de la más rancia, egoísta e incompetente burguesía europea, encarnada en Cataluña por la familia Pujol y en política por el PDCat.

En realidad, tal vez se trate de eso: echar humo independentista para tapar los delitos de los propios. Nada nuevo.

*Escritor e historiador