En España conocemos muy bien (por desgracia) la vieja tendencia torquemadista de una parte de la derecha. Llamo así a la compulsiva afición a prohibir, obstaculizar o reprochar severamente cualquier idea o actividad que no encaje en el credo ideológico y religioso del torquemadista, usando para ello el poder civil allá donde lo tiene y cuando lo tiene, y a ensalzar hasta el ridículo sus propias creencias. El catálogo de exposiciones y espectáculos retirados por ofender sus sentimientos religiosos o su moral, o de raperos y humoristas empapelados por motivos similares, es inagotable y podría remontarse a la hazaña del cabo Piris, el guardia municipal cacereño que, en 1975, con Franco a punto de mudarse desde El Pardo a Cuelgamuros, ordenó retirar del escaparate de una librería una reproducción de la maja de Goya (obviamente, la que menos tela ostenta sobre sus carnes). De lo segundo dan fe las señoras de peineta y mantilla en las procesiones, o las ministras y ministros entonando a voz en grito El novio de la Muerte, ante un Cristo alzado por brazos legionarios.

Lo que, sin embargo, acostumbra a pasar bastante más desapercibido es la existencia de un torquemadismo progresista (o de izquierdas, como se prefiera) que da lugar a episodios tan deplorables como los anteriores y a veces igual de chuscos. El último tiene como protagonistas al Cuerpo de Bomberos de Zaragoza (y a los cuerpos de los bomberos), por un lado, y al concejal responsable del tema, por otro. Este edil, como todo el mundo sabe, ha decidido negar el visto bueno del ayuntamiento al calendario que, como todos los años desde hace ya algún tiempo, editan con fines solidarios estos servidores públicos. Es sabido también que los bomberos se cuentan entre los más musculosos de los funcionarios municipales y su calendario acostumbra a alcanzar cierto éxito de ventas no solo por lo generoso de sus fines, sino también a causa de las fotografías que lo ilustran, en las que exponen al público una buena porción de sus agraciadas anatomías.

Esto último, al parecer, no lo considera oportuno el concejal. Y se explica: «Hay mucha pluralidad en el Cuerpo de Bomberos y en las calles de Zaragoza, y todo el mundo se tiene que ver representado». O sea que, si quieren que el ayuntamiento patrocine el calendario, deberán incluir entre los fotografiados a mujeres y a otros varones más fondoncillos, más esqueléticos o más bajitos. También dice el concejal que, si quieren seguir adelante con la idea, lo pueden hacer a título particular. Solo faltaba que no pudieran pero, con logo o sin él, el Cuerpo de Bomberos (que no los cuerpos de los bomberos) pertenece al Ayuntamiento de Zaragoza, lo mire como lo mire el señor concejal, así que no sé cómo se presentaría la cosa. ¿El calendario de unos vecinos cachas de la Inmortal Ciudad? Lo que, en el lenguaje popular se conocería, paradójicamente, como «ideas de bombero».

Digamos rápidamente que los argumentos éticos y políticos del concejal son fácilmente compartibles. ¿Quién no estaría de acuerdo en otorgar más visibilidad a las mujeres en nuestra sociedad? Y a las personas discapacitadas… y a todo el mundo, que aquí no debe haber ciudadanos de primera y de segunda. Lo que ya no está tan claro es que el campo de esa justa batalla sea precisamente… el dichoso calendario.

La apostura física (en hombres y mujeres) supone una ventaja en todos los órdenes de la vida. Así ha sido en todas las épocas y en todas las culturas, con independencia de los modelos de belleza a los que ha rendido culto cada una. ¿Eso es injusto? Probablemente lo sea, pero lo malo es que la Naturaleza no entiende por justicia lo mismo que nosotros y, mientras la ingeniería genética no lo remedie, seguirá habiendo guapos y guapas, feos y feas, altos y bajos, gordos y flacos, fuertes y enclenques, listos y tontos.

Para todos hay (o debería haber) un lugar en nuestra sociedad. Más dudoso es que ese lugar sea el calendario de los bomberos. Imagine el señor concejal, por ejemplo, un calendario con fotos de jugadores de baloncesto. ¿Reclamaría el derecho a figurar en él para los ciudadanos que miden metro y medio? ¿Y para los tirillas? Bueno, sí, podría hacerlo, pero se convertiría en el hazmerreír dentro y fuera de nuestras fronteras. Que es lo que empieza a ocurrir con este asunto.

Con todo, a mí lo que me parece más preocupante del caso es esa tendencia autoritaria hacia la prohibición de aquello que no le gusta, que ha demostrado una vez más el concejal. No, claro que no ha prohibido el calendario (no podría hacerlo), pero los obstáculos que ha puesto a su publicación se parecen demasiado a un veto con todas las de la ley. Y aquí empiezan a perder importancia las invocaciones a causas justas para quedarnos en la sustancia del asunto: la negativa del ayuntamiento (que, este sí, representa a toda la población de Zaragoza) a respaldar una buena iniciativa, una iniciativa solidaria, argumentando en exclusiva los presupuestos éticos del concejal responsable, no la ley. Incluso si, personalmente, yo mismo me siento cerca de esos presupuestos éticos a los que alude.

Y, para decirlo todo, no solo deja sin apoyos una buena iniciativa. De paso, priva a muchas y a muchos de la modesta alegría anual de comprar el calendario

La polémica ha llegado hasta los diarios de difusión nacional, y las redes sociales están que echan chispas. No negaré que el torquemadismo del munícipe tiene sus partidarios (a muchos se les nota que son correligionarios suyos, yo solo soy votante), pero ganan por goleada los detractores y las detractoras No caigamos en la tentación de hacer comparaciones odiosas

Le rogaría al Sr. concejal, que recapacite, que todavía está a tiempo de dar una satisfacción a los bomberos, a los fans de los bomberos y a los destinatarios de los fondos obtenidos por los bomberos….

Y, sobre todo, lo más importante: recapacite seriamente sobre la funesta manía de prohibir.