Los sabios se quedan ensimismados en sus elucubraciones. Los demás, a quienes nos pasa lo mismo, somos más bien alelados. Algunas experiencias de la psicología cotidiana se clasifican, coloquialmente, en función de a quién le pasa y no tanto por lo que pasa. Un grave error, común a otras disciplinas científicas, que tiende a diferenciar lo que le ocurre a una persona según su nivel cultural o su estatus social y económico.

Los despistes que todos tenemos no tienen nada de patológico. Salvo que sean persistentes y muy severos. Tememos que sean los primeros indicios de una amenazante demencia, en una fase temprana hacia la pérdida de memoria. Pero en realidad se trata de fenómenos recurrentes llenos de normalidad. Son episodios de ausencia mental en los que la atención se centra, exclusivamente, en los propios pensamientos, en un estímulo o tarea concreta y, como consecuencia, no se atiende al resto. No es un problema relacionado con el recuerdo sino con el procesamiento de información. Nos quedamos atónitos, ante algo o alguien, y lelos con respecto a todo lo que sea ajeno a la atención que retiene nuestra exclusividad.

Las consecuencias pueden llevarnos a protagonizar una broma más o menos pesada o, lo que es peor, arriesgar la vida por no atender a un peligro que trasciende la focalización reducida de nuestra concentración. Decimos de estas personas que están idas aunque estén con nosotros. Hacen como que nos escuchan, pero ni nos atienden ni nos entienden. Van a lo suyo. O mejor dicho, lo suyo les lleva.

Esta semana, camino de los «idus de marzo», se ha poblado de idos e idas. Como César, sabemos que han llegado pero no han acabado. Hubo tensión en torno al modelo de reivindicación feminista en el Día Internacional de la Mujer. Vimos expectación, analizando cada detalle, en el acto conjunto entre Irene Montero y Pedro Sánchez. La derecha había reservado butacas en el Senado para ver las supuestas desavenencias políticas y económicas del gobierno. Casado y la plana mayor del PP, al mando de su aceitunero nativo, gritaban ¡idos! Sin saber que los idos de marzo eran ellos. El murciano García Egea se atragantaba con un hueso naranja en su tierra. Visto lo visto, ante el acecho del oso «censuroso» en Madrid, pusieron el madroño a remojar, exhibiendo yugular para los navajazos de Puerta del Sol entre PP y Ciudadanos.

Es difícil saber si Díaz Ayuso está ida o es así. Su mirada no engaña. Su política tampoco. Está tan ausente al hablar, que lleva la contraria a Neruda con sentido: «me gustas cuando callas, porque estás como presente». Su convocatoria electoral busca un gobierno de coalición con Abascal. Quiere ser la futura presidenta «Ayuvox». La batalla de Madrid promete. En este caso el «no pasarán» lo vamos a tener que imponer los demás, por razones sanitarias, para hacer que los virus sean más idos que venidos tras acatar, de malos modos, el confinamiento común de las autonomías. El movimiento del eje mediterráneo, entre Cataluña y Murcia, puede cambiar el clima político de España. Hoy el PP está incómodo y sabe que cualquier resultado en Madrid, o le saca del poder o le lleva a manos de la ultraderecha. Ciudadanos está inquieto porque el centro es una política y no un baile de parejas. De Colón al mercadillo de votos en «Murcia qué hermosa eres», pasando por el «devuélveme el rosario de mi madre» porque «nos habéis jodido», como se queja Villacís a Casado, hay una implosión conservadora. ¿Recuerdan el CDS? El electorado castiga más los volantazos que una mala gestión. Pero esto ahora ya, ni tiene remedio, ni el giro en diferido de este recibo a Rivera se puede cobrar.

Las izquierdas tienen la oportunidad de sumar y superar vetos del pasado para lograr, donde sea posible, amplias mayorías que frenen al PP y a sus aliados de la ultraderecha. Dijo Arrimadas en su visita a Zaragoza que deseaba que Sánchez emulara a Lambán en su política de acuerdos. ¡A ver si todo esto lo ha provocado don Javier! Mira que si resulta que entran en el gobierno de Aragón los de Ciudadanos, para compartir mesa con rojos, morados y nacionalistas, y en Madrid ya no se hacen ascos para seguir este modelo maño… Quizás ha llegado el momento de que una amistad peligrosa sea el comienzo de una nueva amistad. Como dice la maravillosa canción de Family: Dibújame una noche llena de cohetes naranjas. Yo te daré las estrellas y tú las pintarás de plata. Se está quedando un buen inicio de primavera.

Y a todo esto, Sara Fernández, alcaldesa de Zaragoza ¿no?