Entre la Iglesia y las administraciones, los edificios religiosos no levantan cabeza. Muchos hay en Aragón que se están cayendo de viejos y nadie los arregla porque, dicen, nadie tiene dinero. Ahora se oyen las críticas de los vecinos del pueblo zaragozano de Olvés y del barrio de La Cartuja, pero otros muchos podrían hacer lo propio solicitando restauraciones. Iglesia, DGA, diputaciones provinciales y ayuntamientos deberían sentarse y dejar las cosas claras. Muchos de esos monumentos pueden ser un reclamo de atracción o son parte de la cultura de unos fieles que seguro que dan muchas limosnas y pagan impuestos.