Va a ser que el iluminado segundo de a bordo de este Gobierno, el inclasificable, tiene razón, y los medios, como «brazos mediáticos de los poderes económicos», nos dedicamos a servir al capital (bancos, grandes empresas y fondos buitres), y no a ser contrapoderes, la función sagrada de los medios en toda sociedad democrática.

Y es precisamente por eso, por lo que desde esta tribuna, al servicio de ese lado oscuro, tengo a bien, y por imposición de mis amados amos, echar por tierra sus perniciosas y tóxicas manifestaciones públicas desde el Congreso, claro está, todo esto, como parte de una estrategia mediática conspirativa que tenemos los medios o corporaciones mediáticas de este país hacia su persona.

Muy señor mío, la prensa en España no necesita tener ningún elemento de control democrático. El único control sobre los medios lo tienen los ciudadanos que leen, escuchan y ven lo que les parece porque se ajusta más que menos a sus creencias. Cierto es, que existe concentración mediática, esto es, que la propiedad de los media está repartida en pocas manos, pero de ahí a pretender «democratizar los poderes mediáticos para que haya más pluralidad…».

Hágaselo mirar, pues me parece que su vara de medir es bien distinta cuando se trata de evaluar y valorar el trabajo de unos medios u otros. No pasa nada cuando los media en cuestión responden a sus intereses políticos o a los de su partido, véase el caso de la web La última hora, dirigida por la exdirigente y miembro del equipo más cercano a su persona, Dina Bousselham, desde la que continuamente se ataca y difama a periodistas y jueces. ¿Qué clase de político es usted proponiendo tan burda maniobra antidemocrática? Iglesias, váyase, o al menos, cállese.