Los ataques de Unidas Podemos (UP) a la libertad de prensa han hecho que las urgencias de los hospitales colapsen por una epidemia de caídas del guindo. Al parecer el partido tiene tendencias iliberales.

Lo sabe cualquiera que les haya prestado atención. Empezaron impidiendo hablar a quien pensaba de otro modo. Y es un partido que ha producido mucho making of: han explicado que para ellos los medios y las instituciones son instrumentos de partido. Villacañas definió el populismo como «Carl Schmitt atravesado por los estudios culturales»: dialéctica amigo/enemigo, excepcionalidad y relativismo epistémico.

Los errores propios, para ellos, no existen: son conspiraciones. Es producto de una conspiración que Iglesias se quedara con la tarjeta con fotos íntimas de una subordinada, por ejemplo. Los trucos son viejos. «Me parece mal que se llame a Vicente Vallés» y citar los insultos, como hizo Iglesias, es recalentar la estrategia que utilizó cuando decía: «No creo que Rivera tenga ningún problema con la cocaína». Algunos se sorprenden de que se comporten así en el poder. Pero sus modelos siempre han actuado de ese modo: aunque estén en el Gobierno, dicen que el verdadero poder lo tienen otros y esa es la excusa para atacar a quienes no piensan como ellos.

Vox también señala a periodistas. Veta a medios. La conspiranoia y el iliberalismo son elementos compartidos, pero el populismo, como el romance, vive en variantes: Iglesias a veces coquetea con la prensa mainstream y otras promociona un periódico de partido, Vox presume de la lucha contra «los medios» y una supuesta hegemonía progresista.

Aprovechan contradicciones nucleares de la democracia y los medios, y que otros partidos adoptan aspectos del estilo populista. Lo que en otros es vicio o error en ellos es programático. A veces creen que esa visión les ayuda y la potencian; otras veces, cuando quieren parecer sistémicos, suavizan el perfil. Podemos desgañitarnos diciendo que Iglesias o Echenique no han entendido las reglas de la democracia liberal. Pero no es así. Las han entendido, las usan y quieren debilitarla.

Es extraño que un vicepresidente del Gobierno de una democracia avanzada justifique señalar a periodistas o legitime campañas de acoso en las redes. Pero es también raro que Iglesias sea vicepresidente de una democracia avanzada. Desconcierta que sus socios no reaccionen (aunque la ministra de defensa ha criticado sus declaraciones) cuando justifica ataques. Está bien que algunos hayan perdido la inocencia. Pero, como en todas las relaciones tóxicas, lo más peligroso son las ganas de recuperarla.