Una jornada, la de ayer, llena de acontecimientos ejemplares. Para empezar, el señor presidente del Gobierno confirmó (de acuerdo con diversos expertos) que no se puede hacer públicos los nombres de los acogidos a la amnistía fiscal porque prevalece el derecho de los mismos a la privacidad. ¡Ah, la privacidad! En estados como el noruego, los datos fiscales de cada ciudadana/o están disponibles en la web del Ministerio de Hacienda. Todo a la vista de todos. Así, no es raro que el nivel de fraude y corrupción sea mínimo.

Al tiempo, las derechas han puesto el grito en el cielo porque este Ejecutivo pretende que las sociedades anónimas paguen, al menos, un 15% sobre beneficios. ¡Qué atentado contra los creadores de riqueza! Pero es que dichas sociedades, encabezadas por las del Ibex, no pagan actualmente ni un 10%. O sea, una mierda comparado con lo que han de apoquinar las rentas del trabajo. España es uno de los países de nuestro entorno con un reparto fiscal más injusto y favorable a las élites.

Y claro, a Sánchez y sus ministros les tienen acongojados las grabaciones de Villarejo a Corinna. Que serán un sucio chantaje o lo que ustedes quieran, pero plantean acusaciones gravísimas contra el Rey emérito que cualquier país serio habría de investigar y aclarar de inmediato. Lo contrario acabaría definitivamente con el poco o mucho prestigio que pudiera tener la monarquía, ¿no?

¿Iguales ante la ley? ¡Tururú! El Supremo ha absuelto a García Montes, director general que fue de la CAI, y a otros colegas suyos. La entidad que manejaban cayó arruinada por una gestión desastrosa que dejó un agujero de miles de millones. Pero nadie es culpable. Ni de las aventuras inmobiliarias en el Sur ni de la compra a sobreprecio de sociedades quebradas ni de los créditos temerarios a los amigos ni de los regalos bajo mano para comprar voluntades. No fue solo cosa del exdirectivo ahora bendecido con el aura de la inocencia, claro. Eso sí, este se sigue llevando todos los meses 15.000 euros a cuenta de la caja que contribuyó a quebrar. Un chollo de por vida.