El desafío secesionista de Quim Torra no ha hecho sino agravar la herida ya causada en una Cataluña que se desangra día a día, hora a hora, sin que nadie acierte a suturar su herida. En cada embate parlamentario del troceado Parlament saltan nuevas chispas, pero ninguna del soldador que debe cauterizar la brecha, el tajo a plomo abierto en el corazón del pueblo. No hay soldador, soldadura, sastre, costura capaz de suturar esa brecha que supura rabia y odio, el llanto de la democracia perdida.

El amigo Quim, en su papel, ha socarrado al Estado con la llama de un nacionalismo que no quiere apagarse sin incendiarlo todo, incluido el propio Estado, incluidas autonomías vecinas que, como la aragonesa, asisten asombradas a la deriva de una Cataluña antes próxima, amiga, partícipe, hoy lejana, ausente, sub iúdice. Territorio sin ley, con dirigentes huidos, encarcelados, sublevados, subyugados por la psicosis colectiva de esos ejércitos de la noche ideológica que son los nacionalistas sin nación y sin razón. Torra, a solas con su excluyente evangelio, prosigue el camino, la fe de Puigdemont, a la espera de que Madrid, como antaño Jerusalén, dicte sentencia, sin que se sepa bien quiénes son judíos y gentiles, romanos y hebreos, a quien hay que crucificar.

Los constitucionalistas, abanderados en una España que enrojece, se desangra por los costados, y languidece, amarillea en el centro, piden la cabeza de Torra por prácticas ilegales y provocativos abortos de leyes en vigor. Siendo la ausencia de vigor la sinergia de Rajoy a la hora de eternizar la división, la crisis, como si el presidente del Gobierno, en lugar de exhibir fuerza ejecutiva, menoscabase al mismo Estado adormeciéndolo en la inacción.

Al no ejecutar, ni narrar, ni gobernar Rajoy quedan en el cuento de la política manos libres y páginas sueltas para inventar las más locas historias y utopías, siendo Torra, el chalet de los Iglesias, el banderón de Rivera o la carrera de Pablo Casado titulares de la pequeña España en e-book, colonizada por descargas entre el rosa y amarillo (pero no de su enseña sino de la prensa sensacional). Lo sería, --al menos, sensacionalista--, que los constitucionalistas ilegalizaran a los indepes que okupan Cataluña, juegan sucio, conculcan la democracia. ¿Se atreverán? Puede que esa medida ya esté sobre la mesa del 155, pero si es don Mariano quien tiene que accionarla, pueden esperar sentados.