El español editorializa, no investiga. Unamuno sentenció a un país con más ingeniosos que ingenieros. Y sin embargo, el informe de la Guardia Civil contra la manifestación del 8-M estuvo a punto de desmentir la tradición. En primer lugar, el capitán y el teniente demuestran en un trabajo concienzudo que la Delegación del Gobierno en Madrid instaba a desconvocar manifestaciones borrando sus huellas, para disponer de una coartada al no haber interferido en la concentración feminista. Sobre todo, el ministro Salvador Illa y el gurú Fernando Simón se reunían el 5 y 6 de marzo con los pastores evangélicos para prohibirles un congreso de 8.000 personas a partir del día 19. En efecto, el millón de manifestanttes del 8-M debían concentrarse el día 8 como su propio número indica, con el silencio aquiescente de Illa y Simón. Por no hablar del fútbol. El coronel Pérez de los Cobos debió ser destituido hace años, pero el contagio del ministro de Sanidad y del portavoz del Gobierno obliga a considerarlos inservibles para sus cargos. Por desgracia, la Guardia Civil arruina su trabajo con la ideología que ya obligó a Marchena a descontar la cháchara de los atestados en el juicio al procés. En concreto, deslizan en el folio 74 de 81 que «por tanto, el Gobierno ya conocía desde el mes de enero la gravedad real de la epidemia del coronavirus», para rematar que «para esta instrucción el Gobierno era consciente de la situación real de la pandemia». Un Ejecutivo marcado para siempre, con el membrete de la Guardia Civil. Sean propias de los oficiales o injertadas por sus superiores, las condenas desbaratan el informe. A esas conclusiones pueden llegar el juez de turno o Vox, pero no los investigadores que deben conocer los límites de sus pesquisas. Sería una lástima que el secuestro del informe por sus errores salvara a los bochornosos Illa y Simón. H *Periodista