El efecto Víctor ya es historia y el Real Zaragoza vuelve a ir a la deriva y lo que es peor, a dar una imagen de dejadez y decadencia total. No ya en el terreno de juego, sobre el que se ve a un equipo de Segunda B por el que habrá que rezar mucho para salvar la categoría, sino en los despachos. Solo Víctor Fernández da la cara, mientras el presidente Cristian Lapetra y los accionistas mayoritarios guardan silencio. Tampoco es que la afición les pida nada (y mira que se han perdido partidos en casa) pero lo que se ve es que, aun con salvación, arriba hacen falta cambios profundos.