En el imperio, juega uno a la lotería para saber si tiene derecho a la vacuna contra la gripe, se pagan 600 euros para que te escayolen la pierna rota y subsisten millones de ciudadanos con derecho a voto pero sin derecho a atención médica ni urgente ni cotidiana. Usar un fusil automático y coleccionar viejos kalasnikov del enemigo es más importante para defender la libertad individual que la libre expresión en las televisiones, es más útil una cadena de TV para rezar en familia que una corporación pública en defensa del derecho a la información. El llamado estado de bienestar europeo les parece bolchevique, Schwarzenegger un modelo político y los turistas un peligro. Y pagar la seguridad social, mantener vagos. No son mitos, son valores asumidos. Es verdad que aquí no nos sobra sentido común ni vamos en el bus leyendo clásicos todo el día, pero algunas cosas son impensables. Ramón Vilaró lo llama Gringolandia en su último libro sobre las contradictorias tripas del imperio y pide el voto para los ciudadanos europeos a los que nos involucran en sus impresentables tejemanejes. Sería un buen ejercicio para quitarnos de encima al hombre más tonto y poderoso del mundo.

*Periodista