No es momento de aglomeraciones. Las autoridades sanitarias recomiendan no celebrar manifestaciones. Vale. De acuerdo. Imagino que de cualquier tipo. A ver si los contagios se van a multiplicar únicamente en concentraciones feministas. No he leído ningún estudio sobre la capacidad del coronavirus de esquivar con mayor facilidad las mascarillas y la distancia mantenida entre las mujeres. Por lo tanto, hasta aquí la polémica. Vamos a lo que importa.

6 de cada 10 empleos destruidos durante esta pandemia lleva nombre de mujer. La precarización, la temporalidad y la parcialidad tampoco son solo sustantivos femeninos. Por no hablar de los trabajos de cuidados. El 83% de los relacionados con el sector servicios lo desempeñan mujeres y ha sido uno de los peor parados este último año.

Llueve sobre mojado. No llegamos en las mejores condiciones para afrontar esta nueva crisis. Las ya menos ventajosas condiciones laborales de las mujeres empeoran y hacen, por ejemplo, que la brecha salarial vuelva a ensancharse. Y eso a pesar de que habíamos conseguido estrecharla en 2019. Según el último informe de Comisiones Obreras, en Aragón las trabajadoras cobran un 23,5% menos que los trabajadores.

La conciliación también sigue siendo más cosa de mujeres que de hombres, según las cifras. Ellas firman la mayoría de peticiones de reducción de jornada y excedencia por cuidados de menores. Pero avanzamos en el reparto de tareas domésticas. Algo es algo.

Lo que no lo hace al ritmo deseado es la violencia de género. Las mujeres siguen siendo infravaloradas, vejadas y asesinadas por sus parejas y exparejas. El confinamiento ha sido duro para casi todos pero para ellas… Soy incapaz de imaginar el sufrimiento y el pánico que han podido sentir encerradas entre cuatro paredes con su agresor sin un minuto de alivio.

A su grito silenciado es al que podemos y debemos poner voz. Hoy, en una manifestación reducida o desde el balcón. Mañana y siempre, levantándonos contra cualquier injusticia. Luchando por los pequeños detalles que nos recuerdan que esta no es una sociedad igualitaria, que las mujeres carecen todavía del protagonismo que merecen. Una palabra, un gesto, la letra de una canción, un titular, lo que sea. Ojalá cambiar la tradición y la cultura asentadas durante tantos siglos fuera como inocular una vacuna. Rápido, indoloro y eficaz. Quién la encontrara.

Pero no lo es. Así que nos toca trabajar duro y persistir. Y hablando de detalles, este año el Goya a la mejor dirección de fotografía ha recaído por primera vez en una mujer. Enhorabuena a 'Las Niñas' y a su directora Pilar Palomero. Visibilizar y empoderar a la mujer también es esto.