Las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán en los 25 estados de la Unión durante cuatro días comenzaron ayer en Gran Bretaña y Holanda haciendo buenos los temores de una significativa abstención. Las prospecciones y los sondeos preveían que en torno a un tercio del electorado británico y holandés acudiera a las urnas.

Es la certificación del euroescepticismo de ambas sociedades, y la confirmación de que los políticos europeos no logran desvanecer la impresión de buena parte de la ciudadanía de que éstos son unos comicios interpuestos, de menor interés que la elección de los parlamentos y gobiernos de cada país.

Es cierto que la elección del Parlamento Europeo está marcada en cada estado por claves políticas internas. Pero no lo es menos que la Cámara legislativa de la Unión va asumiendo nuevas funciones, incluido el control de la Comisión Europea, y que muchas de las decisiones que nos afectan dependen ya directamente de esta instancia. Sería imperdonable perderlo de vista. Y también olvidar que el resultado de las euroelecciones influirá decisivamente en la Constitución europea que se discute. Ojo, porque el domingo toca votar aquí: en Aragón y en España.