Antonio Machado en Juan de Mairena nos dice; «Se miente más que se engaña; y se gasta más saliva de la necesaria... Si nuestros políticos comprendieran bien la intención de esta sentencia, ahorrarían las dos terceras partes, por lo menos, de su actividad política». Palabras plenas de actualidad en nuestra actividad política. Veamos en ella algunos ejemplos de mentiras, que no suponen engaños.

13.02.2003, en una entrevista dirigida por Ernesto Sáenz de Buruaga en Antena 3 un ínclito personaje: «Puede usted estar seguro, y pueden estar seguras todas las personas que nos ven, de que les estoy diciendo la verdad: el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva, tiene vínculos con grupos terroristas y ha demostrado a lo largo de la historia que es una amenaza para todos».

25-2- 2013, otra no menos ínclita: «Una indemnización indef... en diferido, en forma efectivamente de simulación... simulación o lo que hubiera sido en diferido en partes de una... de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social».

Ahora mismo: A su llegada a la reunión de los liberales europeos en Bruselas y preguntado por las críticas del Elíseo a sus pactos con Vox, otro ínclito personaje, el paradigma de la regeneración y del diálogo en nuestra democracia, ha asegurado que el Gobierno francés, encabezado por Macron, «apoya» los pactos de Ciudadanos en España e incluso les ha «felicitado» tanto por el acuerdo de Andalucía como por el resto de acuerdos que está cerrando en el resto del país.

Tengo que dirigirme a Cs. ¿Qué piensa del valor de la palabra el votante de Cs? El partido naranja ha pulverizado todos los récords de prostitución de la palabra dada. 40 años de mentiras del bipartidismo no son nada comparados con estos años de Cs. En este partido se puede decir lo que se quiera. Se puede asegurar que nunca apoyará a un presidente corrupto como Rajoy, para, tras las elecciones, renovarlo en el cargo. Se puede sacar de la manga el slogan «yo no veo ni rojos ni azules, veo españoles», y luego vetar a todo lo que huela a rojo mientras pacta con los nostálgicos del franquismo. Se puede pactar con un partido homófobo y a continuación exigir ser el alma de la fiesta del Orgullo.

Hay hombres, políticos como acabamos de ver, que mienten a todos y también se mienten a sí mismos. Estos llegan a estar convencidos de que la mentira forjada por ellos es la verdad, y la defienden con mayor empeño que la verdad misma. Por eso son tan peligrosos para la política.

En nuestra democracia de ese peligro deberíamos librarnos como hacen en otras latitudes. En el libro Calidad democrática. Reflexiones constitucionales desde la teoría, la realidad y el deseo del profesor de Derecho Constitucional, Rafael Bustos Gisbert, se establecen unos criterios para medir la calidad de una democracia, y uno de ellos es el de rendición de cuentas, que se refiere a los mecanismos sociales e institucionales que someten a los políticos a escrutinio en relación a sus actuaciones y a una posible sanción. Bustos, en relación a esta cuestión cita una propuesta muy interesante como es la prohibición de la mendacidad gubernamental, tal como se aprobó en el Parlamento del Reino Unido mediante una Resolución de 1997. No obstante, en este país el delito de mal comportamiento en el desempeño de un cargo público, lo que supone un abuso de la confianza depositada, es ya una figura legal que se remonta al siglo XIII, lo que podría tener hasta una pena máxima de cadena perpetua. Ignoro si es en base a esta Resolución de 1997, o a esa figura legal del Medievo, más lo cierto es que una jueza, Margot Coleman, de la Corte de Magistrados de Londres ha admitido a trámite una querella contra el exministro de Asuntos Exteriores y exalcalde Londres, Boris Johnson, por haber mentido durante el desempeño de su cargo público, como ministro. La acusación se basa en que en repetidas ocasiones durante la campaña del referéndum de 2016, afirmó que la pertenencia a la UE al Reino Unido le suponía 400 millones de euros semanales y que ese dinero podría destinarse a la sanidad pública. Incluso se hizo fotos delante de un autobús electoral que llevaba tal mensaje.

La querella la presentó el ciudadano Marcus Ball, que a través de crowfunding ha conseguido un cuarto de millón de euros para llevarla ante los tribunales. El ínclito Boris Jhonson es un auténtico bocazas, que no tuvo inconveniente en comparar en 2016 el proyecto europeo con el de Adolf Hitler. El objetivo de sus enemigos no es meterlo en la cárcel sino evitar que sea primer ministro en sustitución de Theresa May. Tampoco es el único que ha mentido. La jueza Margot ha señalado que hay suficientes indicios de que ha mentido y que la posición y el estatus llevan consigo influencia, y quienes la tienen han de actuar con sentido de responsabilidad. En la misma línea los representantes del querellante han afirmado que la democracia requiere responsabilidad y honestidad, y el exministro se comportó de una manera deshonesta e irresponsable, porque él sabía perfectamente que la contribución del Reino Unido a la Unión Europea de 400 millones de euros semanales era falsa. Finalmente la denuncia ha sido desestimada por la justicia.

¿Cuántas querellas en esta España nuestra se podrían presentar, vistas las numerosas mentiras en nuestra actividad política?

*Profesor de instituto