Por una parte, lo que sucede en el Ayuntamiento de Zaragoza harta a cualquier persona medio normal. Ese barullo donde se mezclan en salvaje desorden intereses, ideologías, vanidades y nervios termina superando a cualquiera. Pero, por otro lado, el espectáculo adquiere momentos tan tremendos y surreales que puede recuperar la atención del respetable, atónito ante lo que está viendo. En fin, estamos gente para todo. Y de todo tenemos.

La semana ha sido increíble. Todavía no se habían apagado los ecos del escandalete montado por PP y Cs a cuenta del viaje a Palestina del concejal Híjar, cuando la filtración (interesada, claro) de un correo electrónico de otro miembro de ZeC, Fernando Rivarés, provocaba un tsunami bastante más potente no por nada especial, sino porque el susodicho munícipe se echó el solito el dogal al cuello con el mensaje de marras. Cómo se le ocurrió a mi amigo Fernando confiar al correo electrónico un texto en el que se autoinculpaba de un delito, lamentaba los presumibles efectos del asunto y sugería algún raro apaño para cubrir las huellas del estropicio es algo difícil de entender. Sería en un acceso de rabia (al ver que alguien no había llevado a cabo un sencillísimo trámite administrativo) o de mera vehemencia o yo que sé. El caso es que una cuestión de muy bajo calado y donde no cabe buscar mayores implicaciones ha provocado una tormenta en plenas vacaciones de la Corporación. Por supuesto ZeC ha sido incapaz de capear el temporal. ¡Ay, amigos!

Está claro que todos estos comunes, que de repente se hicieron con el gobierno de la capital aragonesa, carecen en su conjunto de las muy sólidas virtudes y del carácter (inteligencia, astucia, profesionalidad y temple) que exigía su pretensión de darle la vuelta a la ciudad. Tarea de titanes para unos neófitos intoxicados de orgullo y sectarismo y escasos de habilidad política y conocimientos técnicos. Nunca supieron generar pactos ni fijar objetivos concretos ni establecer una hoja de ruta factible.

Pero, por otra parte, la sobreactuación de todos los adversarios que ZeC ha hecho converger en torno suyo, resulta inexplicable. ¿Qué alarmas, qué miedos han despertado Santisteve y los suyos para que las derechas políticas, el PSOE, los poderes fácticos (financieros, empresariales, mediáticos) se hayan lanzado a un ataque tan desaforado e histérico mañana tarde y noche? Esa desproporcionada y muy forzada campaña va a ser la única baza que le quede a ZeC (o a lo que quede de ella) en las próximas elecciones. Si ha provocado semejante reacción entre los amos de Zaragoza... más madera, pensarán algunos.

Para colmo de los colmos, el Gobierno central ha tenido a bien recurrir la Ley de Capitalidad aprobada por las Cortes aragonesas y con arreglo a la cual el equipo de gobierno zaragozano había monopolizado el control de las sociedades municipales. Ese es precisamente el nudo gordiano que el Constitucional habrá de desatar. Mientras, la más contundente operación política de Santisteve quedará suspendida cautelarmente. Bueno... esto se veía venir. Vuelve a quedar claro que a ZeC no le sale bien nada. De derrota en derrota...