Se puede entender que un ministro o un consejero son políticos y no necesariamente especialistas en el ámbito que vayan a dirigir, pero es incomprensible que un director general sea un incompetente absoluto, un neófito, un novato, alguien sin ningún tipo de cualificación que le acerque al ámbito que va a gestionar. Pues bien, esto sucede. Es decir, tenemos direcciones generales ocupadas por gentes con ninguna preparación previa, lo que se dice nada de nada. Poner de gestor a alguien que ignora lo más elemental es como poner a pilotar un Boeing 727 a uno que lo más grande que ha pilotado en su vida es una bicicleta. Sin duda esto tiene que ver con el descrédito de la política y de los políticos. Si no son méritos profesionales, académicos, competencias previamente adquiridas ¿cuáles son los motivos por los que se les nombró? Así, que algo funcione adecuadamente sería un milagro y los milagros no abundan. El caso del Instituto Aragonés de Servicios Sociales es paradigmático. En estas circunstancias tenía que ser un instrumento eficaz para desarrollar las políticas sociales más adecuadas en las circunstancias económicas que tenemos la desgracia de sufrir. Pues no, todo lo contrario. Todavía más, en esa casa ser experto es sospechoso y te pueden condenar al aburrimiento. Habrá que reconocer sin embargo que si la consigna era deteriorar y desmantelar, la elección es la adecuada. Hace muy buen equipo con su consejero. Busquen en los videos de las Cortes de Aragón y verán que no exagero.Profesor de universidad