Acabo de leer el libro impresionante de Owen Jones CHAVS La demonización de la clase obrera, que conocí por el artículo de Daniel Raventós --uno de los primeros y más activos impulsores de la renta básica universal-- de título sobrecogedor. Esterilizar a los pobres, pero nunca garantizar su derecho a la existencia, en el que nos dice que Thomas Nixon Carver, catedrático de Harvard entre 1902-35, defendió para luchar contra el paro y la pobreza la esterilización de los ineptos: los que no alcanzaban un ingreso anual de 1.800 dólares. En los años 30 del siglo XX incluía al 50% de la población de los EEUU, unos 60 millones. En 2013, la australiana Gina Rinehart, una de las mujeres más ricas del mundo, preconiza para combatir la crisis económica en Australia el que los pobres no procreen, y así surgirá una nueva clase de australianos inteligentes, trabajadores y bien pagados que forjarán nuestro futuro económico". Realmente estas formas de pensar envilecen e insultan a la especie humana. Al respecto, parece oportuno recordar el juicio de Honoré de Balzac. "Detrás de cada fortuna hay un delito". En muchos casos las vinculaciones son muy claras: riqueza-corrupción, riqueza-fraude fiscal, riqueza-herencia, riqueza-robo, o una combinación de todas ellas. Merecería la pena conocer el origen de muchas de las fortunas amasadas estos años de la burbuja inmobiliaria en España por algunos españoles que alardean de patriotismo, mientras depositan sus beneficios en paraísos fiscales.

Retorno al libro de Owen Jones, el cual plantea una tesis muy clara: en el Reino Unido la clase obrera hoy, no solo es ignorada, sino también despreciada y ridiculizada. De ahí el uso de Chavs, término peyorativo para referirse a la subcultura de la clase obrera inglesa (sobre todo a los jóvenes, aunque no solo). Según este estereotipo, llevan ropa deportiva de marca, bisutería llamativa, viven de las prestaciones y en viviendas sociales. No obstante, esta palabra es aplicada con desprecio a toda la clase obrera en su conjunto. Esta situación tiene su inicio con la llegada al poder de Margaret Thatcher, que supuso un asalto brutal a los pilares de la clase obrera. Sus instituciones, como los sindicatos y las viviendas de protección oficial fueron desmanteladas; se liquidaron sus industrias, de las manufacturas a las minas; sus comunidades quedaron destrozadas y nunca más se recuperaron; y sus valores, como la solidaridad y la aspiración colectiva fueron barridos en aras a un brutal individualismo; sembró la idea de que era un país de clase media, a la que todo el mundo podía acceder, quien no lo conseguía era por su incapacidad e ineptitud. Tony Blair, discípulo aventajado de la Dama de Hierro, también lo creyó, lo asumió y lo defendió, ya que dijo siendo todavía líder laborista "Todos somos clase media basada en la meritocracia". Por eso, hoy los discursos políticos de derechas o izquierdas, si hoy tiene algún sentido todavía esta distinción, están impregnados de promesas para ampliar la "clase media". La pobreza y el desempleo otrora vistos como injusticias derivadas de fallos del sistema capitalista que debían solucionarse, hoy son consecuencia del comportamiento personal, de defectos individuales e incluso de una elección. El mantra de todos somos clase media es un mito: al fin y al cabo, si todo el mundo se volviera clase media, ¿quién atendería las cajas de los supermercados, vaciaría los cubos de la basura o cuidaría de los ancianos? Mas si alguien plantea la cuestión de las clases sociales, se ignoran sus argumentos y se le tacha de dinosaurio aferrado a prejuicios obsoletos.

Pretender que la clase obrera ya no existe, hacerla desaparecer si se quiere, es muy útil desde el punto de vista político. La caricatura chav ha servido para ocultar la mayoría de la clase obrera. Como muy bien saben los ideólogos de las élites, la clase obrera ha sido siempre la fuente de apoyo político de la izquierda. Que la izquierda está indisolublemente unida a sus aspiraciones y sus necesidades se refleja en los nombres de Partido Laborista o PSOE. Si no hay una clase obrera que defender, la izquierda se queda desprovista de toda misión y sin razón de existir.

Todo lo expuesto es aplicable a la situación española actual. Se extendió hasta hace poco la idea de que todos éramos clase media. Y a muchos trabajadores, que vivían con el producto de su trabajo, el llamarles trabajadores les parecía un insulto. Todos éramos clase media. Como sabemos hoy esto ha sido una gran mentira. Existe una clase obrera, pero por nuestra torpeza y por nuestra prepotencia hoy, aunque parezca contradictorio, a la vez se niega su existencia, por lo que nadie se atreve a hablar de ella y por ende a defenderla; y a la vez se denigra, insulta y ridiculiza. Hoy las únicas voces son las representativas de las élites económicas: De Guindos habla de competitividad; Fátima Báñez de las excelencias de su reforma laboral; Rosell de reducción de los salarios por debajo del mínimo para crear empleo. ¿Quién habla y defiende hoy a la clase obrera? Los sindicatos con unos líderes ya caducos, ¿habrá que cambiarlos algún día?, no sé si por sus servidumbres con la administración o por sus presuntos delitos de corrupción, permanecen en un silencio sospechoso. Y cuando hablan sus voces son prácticamente silenciadas. Profesor de Instituto