No, no hablo de España (aún no hemos llegado a ciertos extremos, y cuento con que no lleguemos jamás) ni siquiera de Grecia. Me refiero a países más periféricos, donde las cancillerías y los servicios secretos occidentales han jugado con fuego, han contribuido a incendiar situaciones muy combustible... y luego, si te he visto no me acuerdo. Pienso en Siria y en Ucrania. Allí se ha azuzado la revuelta sin prever las consecuencias, se ha provocado la rebelión (¿para qué, si no, fue a Kiev la comisaria de Exteriores de la UE?) y se ha pretendido luego controlar el estallido. Pero, mientras, el enfrentamiento ganaba en intensidad, los gobiernos respectivos (regímenes duros, de obvios instintos asesinos) intervenían con creciente violencia y la oposición democrática evolucionaba hacia el yihadismo, en el caos sirio, o hacia la ultraderecha fascista, en el ucraniano. En ambos casos, la mayoría de la población queda en tierra de nadie, aterrada, masacrada, expulsada de sus casas, sin futuro. Porque no hay porvenir posible allí donde se ha sembrado muerte y odio. Váyanse a los Balcanes (el primer gran fracaso de la Unión Europea en su propio patio trasero) y pregunten a la gente qué ganó en aquella guerra terrible y absurda que enfrentó a los pueblos de la antigua Yugoslavia. Vayan a Bosnia, sumida en la ruina, la corrupción y el despotismo. O a Serbia. O a Kosovo.

No sirve de nada consolarse con las desgracias ajenas. Pero tampoco es razonable ignorar que, si aquí tenemos problemas muy serios, en otros lugares están sumidos en la catástrofe más absoluta. De hecho, podríamos detectar sin mayores dificultades el hilo conductor que va de una política económica interna, abrochada a los intereses del capital financiero, hasta el cinismo criminal de una acción exterior, vinculada de facto al imaginario estratégico que alientan dichos intereses. Así, Ucrania vuelve a ser la frontera en disputa entre una Europa Occidental que entierra sus mejores impulsos, y una Rusia anclada en el totalitarismo postcomunista.

Y de los africanos que huyen de la muerte para morir al pie de nuestras murallas... ¿qué puedo decirles?