Discutir sobre el estado de la economía (la española, la europea, la global) ha dejado de tener sentido. El enorme poliedro que integran la actividad financiera, la producción industrial, el coste de las materias primas, el empleo, la especulación, el fraude fiscal e incluso los rendimientos de las actividades criminales (que este año serán incluidos en nuestro PIB para que se cumplan los positivos pronósticos oficiales)... todo esa compleja estructura, digo, puede ser enfocada y analizada de la forma que a cada cual interese. Al parado o al trabajador que acaba de ser contratado por unos pocos cientos de euros al mes, la situación podrá parecerle una cosa; al alto ejecutivo que se va a pulir cuatro o cinco kilates al año, otra. Bueno, a veces algún muerto de hambre comparte el discurso de los botines, ortegas y koplowitzs, pero cuando eso pasa es por alguna perversión del pensamiento y el lenguaje. Lo clásico: cuando un pobre come merluza es porque uno de los dos está malo.

Los datos circulan revueltos, se contradicen y encima se ha puesto de moda descontextualizarlos. Es difícil trazar un cuadro coherente. Mejora (aunque sea muy poquito) el empleo. Entonces... ¿por qué se van a presentar 200.000 declaraciones de IRPF menos que hace solo dos años?. Aumenta (también con cuentagotas) el promedio de cotizantes a la Seguridad Social. Pero... ¿cómo se explica que para pagar las pensiones se esté echando mano del fondo de reserva?. ¿Y a qué viene que la Agencia Tributaria informase anteayer de un bajón del consumo, si otras fuentes aseguran todo lo contrario?

Tengo una explicación (otra) para este descoloque: ya no existe la economía, sólo estados de ánimo. Ser optimista o realista es una coyuntura psicológica. Hoy, una prima de riesgo de 170 o 160 puntos básicos prueba que tenemos un riesgo-país cojonudo. Vale. A 165 estaba justo hace cuatro años, cuando Zapatero se cagó, anunció recortes y la crisis nos estalló en la cara. Y eso que la deuda pública era... ¡la mitad de la actual! Pero ahora tenemos el ánimo estupendo y entonces se nos había caído al suelo. ¿Lo ven?